Han pasado ya cuatro años desde que la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó el 6 de enero de 2007 la Resolución 61/1993 por la que se declara este año 2011 el “Año Internacional de los Bosques”. No es casual que esta año haya sido precedido del “Año Internacional de la Biodiversidad” en el que los bosques –especialmente los tropicales- han sido objeto de una atención especial en la Conferencia de las Partes de Nagoya.
Realmente la plurifuncionalidad del bosque es impresionante: es hogar de muchos pueblos indígenas, alberga la mayor parte de la biodiversidad –animal y vegetal- terrestre, permite fijar la delicada cubierta vegetal, protege los ríos y cuencas hidrográficas, proporciona la materia prima de innumerables bienes de consumo y recursos energéticos (biomasa), conforma los paisajes mas deleitables y variados, y prestan otros muchos bienes y servicios ambientales… pero, lo más importante en el momento presente, es su contribución a la lucha del cambio climático por su papel como sumideros de carbono. Se puede afirmar que son los “pulmones de nuestro Planeta”.
De otra parte, no debemos ocultar que el patrimonio forestal –en todo el mundo, en Europa y en España– sufre muchos problemas de degradación: desde la desertización, la desforestación, la implantación de las especies invasoras, plagas y ¿como no? la terrible lacra de los incendios forestales. Un valiosísimo recurso natural que, como importante recurso económico, requiere una adecuada gestión y ordenación basada en una selvicultura equilibrada, uno de cuyos medios más interesantes es la certificación forestal (por ejemplo, el promovido por el Forest Stewardship Council: FSC) que trata de garantizar la gestión forestal sostenible.
Bien lo sabemos aquí en Galicia de la capital importancia de nuestros bosques ya que de los cerca de tres millones de hectáreas de superficie de la Comunidad gallega casi el 70% corresponde a terreno forestal y de esté más del 50% son arbolados con una importante productividad. Además, según el Foro de Bosques y Cambio Climático, los bosques gallegos acumulan un total de 37 millones de toneladas de CO2, lo que representa el 21% de todo el carbono fijado en la biomasa forestal española.
A muy pocos kilómetros de aquí –de donde escribo- se encuentra la Fraga de Cecebre (en una pequeña parroquia del municipio de Cambre) en la que se desarrolla la trama de la novela “El bosque animado” del corunés Wenceslao FERNÁNDEZ FLÓREZ (1885-1964), una verdadera joya de la literatura del siglo XX en la que se dan cita hombres, animales y vegetales en una comunión simbólica como nunca antes se había hecho. Un canto a la naturaleza viva que se alegra y sufre como un ser humano. En este año tan señalado para nuestros bosques dejemos al genial novelista coruñes que nos describa un bosque típico de Galicia –una fraga- y su rica bioversidad en contraste con el panorama humanizado de la ciudad:
“La fraga es ella misma un ser compuesto de muchos seres. Como la ciudad. Pero es más varia que la ciudad, porque en la ciudad el hombre lo es todo y su carácter se imprime hasta el panorama urbano, y en la fraga el hombre resulta apenas un detalle del que se puede prescindir. Hasta no es muy seguro que el hombre sea también en la fraga la conciencia de la naturaleza, porque cuando el lagarto se queda inmóvil, como una joya verde y añil abandonada sobre una roca, o la urraca se detiene en un árbol a mirar con sus ojos pequeñitos los charcos que brillan y las hojas que tiemblan, o el penacho apretado y tierno de un pino de cuatro años se asoma sobre el tojo, podría jurarse que de alguna manera sienten en su sangre o en su savia la dulzura, el misterio y el encanto de aquel lugar” (fragmento de la Estancia I sobre la “Fraga de Cecebre”).
Ojalá que animados e inspirados por esta delicia literaria sepamos promover la defensa y protección de la inmensa riqueza que encierra el bosque, todo bosque.
la literatura es desde luego un buen camino para calar en lo más hondo de la sociedad, y si delicias literarias como éstas promueven la defensa y protección de los bosques…espero que sean muchas más así