La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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Un verano más los incendios forestales en Galicia han vuelto a ser noticia de cabecera en los medios de comunicación. Además, hay que lamentar esta vez la trágica muerte de dos jóvenes brigadistas –Julio Martínez (27 años) y Rodrigo Amo (35 años) al intentar apagar un incendio provocado en Fornelos de Montes (Pontevedra). Y ayer mismo recibíamos la noticia de la catástrofe producida en Laza (Ourense) en la que han ardido más de 1.600 hectáreas de monte bajo.8556_detail
¿Es que debemos resignarnos año tras año a esta úlcera reincidente que casi parece una triste seña de identidad de Galicia? Cierto es que determinadas condiciones climáticas constituyen peligrosos factores de riesgo que no son fáciles de evitar y de la catástrofe de los incendios no escapa ningún país más o menos desarrollados (desde los pavorosos incendios en la costa del Pacífico de los Estados Unidos y en la desarrollada Australia, hasta los recientes producidos en las extensas estepas de la Federación de Rusia). Y ¿qué decir de nuestros vecinos portugueses que ven arder sus aldeas con inusitada frecuencia?
Mucho se ha escrito sobre este tema y, adelanto, que no voy a aportar aquí soluciones mágicas y milagrosas que den la clave para acabar con esta tradicional lacra. No obstante, recomiendo vivamente la lectura de dos trabajos publicados por el Consello de Cultura Galega, impulsados y coordinados por el Profesor Francisco Díaz-Fierros Viqueira (uno de los mejores conocedores del medio ambiente de Galicia): Os incendios forestais en Galicia (2006) y Por unha nova cultura forestal fronte aos incendios (2007), ambos fruto de sendos debates públicos que se produjeron tras los devastadores incendios de nuestra Comunidad Autónoma en los veranos de 2005 y 2006, respectivamente.

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En estos trabajos se analizan todos y cada uno de los factores que intervienen en la problemática de los incendios forestales: desde los aspectos ecológicos (como la tipología de especies arbóreas y los tipos de suelos afectados), los relativos a la silvicultura (ciencia que trata del cultivo de los bosques), hasta los aspectos sociales (la percepción social del monte), económicos (la rentabilidad económica y las modalidades de propiedad forestal) y políticos (sobre la eficacia de las leyes, las estrategias y los planes de prevención), pasando por los temas de la comunicación pública de los incendios y de la formación y educación ambiental.
Es de justicia afirmar que se ha avanzado mucho en la prevención y extinción de los incendios forestales en Galicia: elaboración de planes de prevención y defensa (conocidos como planes INFOGA desde los años 90), aprobación de normativas (como la vigente Ley 3/2007, de 9 de abril, de prevención y defensa contra los incendios forestales de Galicia), la constitución de una fiscalía ambiental, el diseño de planes de evaluación y predicción de riesgos (incluso utilizando los satélites), la costosa contratación de brigadistas y medios materiales, la colaboración del ejército (de la llamada Unidad Militar de Emergencias), y un largo etcétera. Y la aplicación de estos valiosos medios demuestra históricamente que, salvo excepciones, se ha reducido considerablemente la extensión del territorio afectado por los incendios.
Resulta indudable que la completa solución de este problema tradará en llegar (o quizá no llegue nunca del todo), que las medidas que han de adoptarse son muchas y variadas (dependiendo los distintos espacios forestales), que los medios personales y materiales pueden incrementarse y mejorarse, etc. Pero, a mi juicio, hay un factor determinante -además de los 2 millones de hectáreas de superficie forestal en Galicia (casi el 70 % de su territorio)- y es que el 98 % de los montes es de propiedad privada (y de éstos el 30 % son montes vecinales en mano común), repartida en cerca de 700.000 particulares.incendios-galicia-9-8-20061
Desde luego que uno de los mayores problemas es la despoblación de las zonas rurales y el abandono de las tierras y de los montes. Y ya que la mayor parte de los incendios son provocados, es urgente concienciar a la sociedad –propietarios de montes (¡1 de cada 4 gallegos!) y no propietarios- de que los incendios forestales no sólo acaban con los árboles y los matorrales, empobrecen la tierra, aniquilan los paisajes, cercenan la biodiversidad asociada al bosque, oscurecen el futuro. Y, como siempre, la mejor inversión, la educación cívica y ambiental de quienes en el futuro han de ser los que luchen con mayor eficacia que nosotros contra una de nuestras peores señas de identidad. Tenemos que poner todos los medios para mostrarles la inmensa riqueza –económica y ambiental- que representa nuestro patrimonio forestal.