20 de abril de 2010. A 80 kilómetros de la costa del Estado de Luisiana la gigantesca plataforma Deepwater Horizon de extracción petrolífera para British Petroleum (en la que trabajaban 126 personas) explotó, por causas que todavía se desconocen, después se originó un incendio y el accidente ha causado 11 desaparecidos y 17 heridos. Tras haber sido evacuado el personal que trabajaba en la instalación marina, dos días después, la plataforma se ha hundido y ha generado una marea de petróleo bruto que amenaza las costas de los Estados de Luisiana, Misisipi y Alabama, las mismas que en 2005 fueron seriamente golpeadas por el huracán Katrina.
De las entrañas de la tierra a mil quinientos metros de profundidad sangran las heridas inflingidas por tan avanzado recurso extractivo de la ingeniería, dispersando el oro negro en una extensa mancha de contaminación, ya apreciable vía satélite.
Las zonas costeras que rodean el delta del Mississippi tienen un enorme valor ecológico, pesquero y de ocio, cuyos habitantes ven ahora peligrar sus recursos y actividades marinas habituales.
Desde nuestros sentimientos vividos con ocasión de la catástrofe del Prestige, todos nos solidarizamos ahora con Presidente Obama, con las autoridades federales y estatales, y especialmente con el sufrido pueblo de los refereridos Estados de Luisiana, Misisipi, Alabama y también Florida, deseando que puedan resolver de mejor manera posible esta crisis ecológica que viene a sumarse, para colmo de males, a la crisis económica que también padece el pueblo norteamericano.
Después de la tragedia ecológica del petrolero Exxon Valdez en marzo de 1989 junto a las blancas, blanquísimas costas de Alaska, que conmovió profundamente a la opinión pública estaunidense, fue el primer Presidente Bush (Bush padre) –que acababa de acceder a la Presidencia de los Estados Unidos- el que promovió la aprobación en 1990 la Oil Pollution Act una de las normativas más severas en materia de seguridad marítima que, desde entonces, ha blindado las aguas marítimas norteamericana frente a inseguras mercancías peligrosas. También por entonces se revisó el pionero Plan de Contingencias sobre accidentes marinos (el extenso National Oil and Hazardous Substances Pollution Contingency Plan).
Quien se podía imaginar que, esta vez, el peligro vendría de la costa y, sin embargo, no debe olvidarse que el segundo mayor vertido de petróleo de todos los tiempos (después del provocado en la Guerra del Golfo de 1991) fue producido en junio de 1979 por el pozo de extracción marina Ixtoc I en la bahía de Campeche, también en el Golfo de México.
Pese a las desgracias ecológicas sufridas por los Estados Unidos, en 1989 con el buque “Exxon Valdez” y ahora con la plataforma “Deepwater”, hay una nota distintiva con respecto al caso del Prestige en aquellas tragedias intervienen compañías petroleras de enorme solvencia económica (la Exxon y la British Petroleum). Sin embargo, hay otro dato, para mi más relevante y es la rápida reacción de los poderes públicos norteamericanos, una mejor coordinación entre la autoridades competentes (agencias federales, organismos estatales, entidades locales) y una gran transparencia informativa (cfr. la información que proporciona a tiempo real el servicio de Coast Guard norteamericano). Por supuesto que no son perfectos (de hecho el sistema federal de emergencias fracasó estrepitosamente con el huracán Katrina) y espero que esta crisis sirva para suspender el plan de explotación petrolífera en el litoral de los Estados Unidos recientemente aprobado por Obama.
Aquí en Galicia no podemos olvidar que hace ocho años sufrimos la catástrofe del Prestige y asistimos entonces al triste espectáculo de una inicial gestión errática de la crisis, a la improvisación y una peor comunicación pública. Gracias a la bonanza económica de los últimos años se han invertido muchos recursos financieros, científicos, materiales, etc. Pero a juicio del Grupo de Investigación del Observatorio del Litoral de la Universidad de A Coruña -que tengo el honor de dirigir-, debería revisarse profundamente el Plan de Contingencias por contaminación marítima del Estado que sigue vigente desde 2001 pese a no haber funcionado adecuadamente con el Prestige. No ponemos en duda la extraordinaria profesionalidad de los servicios estatales de salvamento marítimo, demostrada en muchas ocasiones. Ante la tozuda terquedad de las catástrofes ambientales que cada diez años –casi con puntualidad- azotan gravemente nuestras queridas costas podemos aprender nuevamente de la experiencia norteamericana de la actuación rápida, transparente y coordinada de sus autoridades.
Y es que las mareas negras no entienden de colores políticos; siempre llegan en el momento más inoportuno. Lo más importante, como aprendimos del sabio y buen amigo Michel Girin (antiguo director del CEDRE), es que hay que estar preparados, aprender de los errores y trabajar juntos. No hay accidentes idénticos, cada uno presenta insospechadas incidencias y por este motivo es vital trabajar colaborativamente, técnicos y políticos, sociedad y Administraciones públicas, científicos y pescadores… sin perder inútilmente energías en interminables debates inculpatorios.
Hola Javier, me alegra mucho el nacimiento de tu Blog, siempre es interesante contar con la opinion de un experto en estos temas y que ademas viva en tu entorno.La verdad es que el tema del medio ambiente esta continuamente en los medios de comunicación; no se sabe cuando es real, cuando es catastrofísmo y cuando solo es negocio y conviene que compremos o no compremos algún producto. Tengo la impresión que el «capital» también se monto en éste carro y ya me gustaria tener información neutral y desinteresada. Leere tu blog con interes.Un saludo y que dure