Hoy hace cuarenta años en que se inició la costumbre de celebrar el llamado “Día de la Tierra”. En aquel 22 de abril de 1970 el senador norteamericano y activista ambiental, Gaylord NELSON promovió esta forma de manifestación –a la que se adhirieron multitud de entidades educativas y sociales- para reclamar la creación de una agencia ambiental que promoviera la protección del medio ambiente en los Estados Unidos.
La iniciativa tuvo un gran impacto mediático y propició, sin duda, a la creación en 1970 de la Environmental Protection Agency (Agencia de Protección Ambiental). Un año antes se había aprobado la Ley Nacional de la Política Ambiental (1969) por la que se exigía que cualquier acción del Gobierno federal que pudiera tener alguna repercusión ambiental tuviera que ser evaluada en cuanto a sus impactos sobre el medio ambiente (la técnica llamada “evaluación de impacto ambiental”)
Desde entonces la preocupación por el medio ambiente es universal, no es como todavía piensan algunos una simple moda pasajera. Y desde entonces, al rebufo de los Estados Unidos, la Unión Europea en que vivimos y todos los países que la conforman -y España no es una excepción- contamos con directivas, leyes, reglamentaciones, políticas, planes, estrategias, … Centenares y miles de ellas que nuestros gobernantes han diseñado y aprobado con la buena voluntad de procurarnos una sociedad más saludable y sostenible (habrá tiempo para referirnos a este término-fetiche). Ciertamente, no parece que hayan conseguido plenamente su objetivo.
Una vez alguien grafiteó aquel famoso: “¡No queremos el medio ambiente! ¡Lo queremos entero!”. La verdad es que esto del medio ambiente es una realidad bastante compleja y nunca se aprehende del todo. Miles de profesionales trabajamos en este apasionante mundo ambiental y lo hacemos desde las más diversas perspectivas: ecólogos (que no ecologistas), biólogos, químicos, politólogos, juristas, economistas, y un largo etcétera. No es nada fácil hablar con precisión de estos temas, de la gestión de los residuos, de la degradación de las aguas, de la conservación de los recursos biológicos… y no digamos del tema “estrella”: ¡el cambio climático!
Consciente de que existen cientos de magníficos blogs sobre medio ambiente (también en Galicia), “Ambiental y cual” nace con una vocación de difusión y discusión serena de “lo ambientalmente correcto”. De los problemas ambientales que nos preocupan y de las soluciones que se adoptan por parte de los poderes públicos y por la misma sociedad. Soy jurista y me dedico al Derecho Ambiental. Me interesan las políticas y las normas que pretenden mejorar nuestra calidad de vida y la salud de Planeta. Soy muy consciente de que sólo con normas jurídicas no se resuelven los problemas. Pero me interesa mucho comentar con todos ustedes la validez de las políticas y normas ambientales que se promueven y que nos obligan (otra cosa es que las cumplamos). O ¿es que, acaso, sus sufridos destinatarios no tenemos en derecho de ponerlas en tela de juicio?
Comenzamos…
Apreciado señor Sainz:
Le deseo lo mejor a usted y a su blog y seguidamente le expreso mis dudas sobre la capacidad de las leyes y la política para cambiar la sociedad. La temporalidad de los períodos electorales -que son consustanciales a la alternancia democrática como pilar básico de este sistema imperfecto-, producen una desincronía con el enfoque temporal que exigen los grandes problemas ambientales. Todos ellos interconectados, superando fronteras físicas, culturales y políticas. Las emisiones, el agotamiento de los recursos, los problemas generados por las infraestructuras y la minería, la sobreexplotación de caladeros, la contaminación y agotamiento de acuíferos… no tienen soluciones a corto plazo y esto es lo que por desgracia domina el tiempo de la disputa política. Esta tendencia hoy en día esta tan marcada, que las propias nomenclaturas de los partidos, no contemplan en sus estrategias lo que pueda pasar la siguiente semana. Incluso si alcanzáramos a concentrar un poder con un mandado suficiente y prolongado en el tiempo, dudo mucho que nada se hiciera sin el compromiso y concienciación social. Si así fuera, debería demostrarse que los sistemas de economía planificada, con regimenes autoritarios, serían los mejores para resolver esos problemas y la historia nos demuestra lo contrario. Sinceramente creo mas en la reacción de la sociedad, en la teoría catastrofista de Konrrad Lorens que nos desvela el drama de que a mayor degradación, mayor concienciación, de que solo aprenderemos cayéndonos. Deseando solo que el mundo todavía esté ahí cuando intentemos de nuevo tomar fuerzas para volver a levantarnos.
Perdone usted el pesimismo con el que parezco expresarme, pero todavía creo en el ser humano, en su capacidad para la adaptación demostrada a lo largo de su corta historia planetaria en la que ya hemos repetido errores parecidos pagándolo muy caro, pero todavía estamos aquí. En mi humilde entender, se me antoja que esta portentosa facultad adaptativa conjuntamente con nuestra otra condición inalienable como es la socialización, es la que mas nos define al ser aquella la causa del lenguaje, del pensamiento simbólico, la inteligencia, y el maquiavelismo… al tiempo que nos hizo humanidad, y nos enseñó a establecer alianzas, a cooperar, nos otorgó la amistad, la condolencia o la compasión. Quizás sean estas protentosas condiciones adaptativas, nuestra tabla de salvación a la espera del tiempo de las conversaciones entre termiteros.