La Voz de Galicia
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El debate sobre las posibles soluciones a la crisis que nos agobia ha hecho volver muchas miradas hacia John Maynard Keynes y sus teorías y propuestas de estímulo de la economía. Del apellido del célebre economistas británico han surgido varias palabras en español. Keynesianismo y keynesiano son las principales, aunque también se emplean keynesianista, keynesismo y keynesista. En todos los casos se plantea el problema de cómo representar en el interior de sustantivos y adjetivos españoles el fonema /i/ procedente de un nombre o un sintagma con y. Como norma, la ortografía española rechaza representarlo con y (dieciocho, no diezyocho; vaivén, no vayvén).
Un caso frecuente son los plurales de voces terminadas en y formados con la adición de -s: gay, gais; espray, espráis (otra cosa es el de los plurales formados con -es: rey, reyes; buey, bueyes).
Pero la norma tiene muchas excepciones. La de las palabras formadas a partir de antropónimos y topónimos foráneos es una de las principales y en la que entra el caso de Keynes, que da keynesiano y no keinesiano. Se trata con ello de que el neologismo se aproxime a su origen y lo refleje. Objetivo que lleva a hacer sacrificios en casos como byroniano, que por conservar la y de Byron nos hace caer en el pecado de escribir una palabra española de forma diferente a como se pronuncia: [baironiáno]. Si el préstamo procede, en vez de un nombre propio, de uno común, la y interior de convierte en i (glicina, de glycine; hidroquinona, de hydroquinone).
Otra excepción a la norma son las formas verbales terminadas en -y con pronombres enclíticos, infrecuentes pero no inexistentes en el español de hoy (No creo en las meigas, pero haberlas haylas). También se representa con y el fonema /i/ en el interior de palabra cuando esta es una sigla lexicalizada. El caso más frecuente es pyme. Señalemos por último, aunque la relación de excepciones no es exhaustiva, ciertos arcaísmos, como, por ejemplo, la interjección aymé (‘hay de mí’). Hoy no vemos más aymé que el apellido francés (Marcel Aymé) y un antropónimo de uso en América (Aymé García).
Pues eso, ¡aymé, la troika!, dirán los keynesianos.