La Voz de Galicia
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En los últimos días nos hemos dado de bruces con varios textos donde se habla de campanas. Algunos han sido encuentros violentos, con daños en las canillas. Así, en una biografía de César Borgia leemos que «las campanas de Ferrara repicaban a muerto», cuando el repique es un tañido repetido en señal de fiesta o regocijo. Quizá el biógrafo alegue que el tañedor pretendía mostrar alegría por el paso a mejor vida del cardenal de origen valenciano y, entre otras cosas, hijo de cardenal.
Para aunciar un óbito, las campanas tocan a muerto o doblan. Es muy frecuente el empleo de la expresión doblar a muerto, pero resulta redundante. Ese toque es el doble (Dejó escrito que a su muerte se dieran seis dobles en la torre). Otros nombres del anuncio de muerte mediante toques de campana son clamor y posa. En León y algunas provincias de Castilla, de la campana que toca a muerto se dice que encuerda.
El sonido que el campanero extrae del bronce que dobla es un talán triste y lastimero. Por eso uno se desconcierta al dar con textos como este: «Doblan las campanas en Roma pero no doblan alegres para anunciar el nombramiento de un nuevo pontífice». Porque doblar alegre es una contradictio in terminis, que solo podría ser aceptable como oxímoron en el relato de la muerte de alguien muy odiado.
Este otro, «¿Por quién tañen las campanas en Roma?», es un juego fallido con el celebérrimo título de una novela de Hemingway, Por quién doblan las campanas (For Whom the Bell Tolls), que el escritor norteamericano tomó de una meditación de John Donne de 1624: «Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti».
Esto último debería leerlo doña Angela Merkel.