La Voz de Galicia
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Cada dos por tres aparece la frase «Ladran, luego cabalgamos», bien aplicada en el discurso por su sentido, bien para discutir su origen. Pongamos por delante que es quizá la más famosa cita apócrifa del Quijote. Cervantes nunca puso este entimema en boca de Alonso Quijano, ni como queda mencionado ni en su variante «Ladran, Sancho, luego cabalgamos».
La frase se emplea generalmente con el sentido de que si algo que hacemos suscita protestas o críticas entre quienes no son de nuestro aprecio es señal de que surte efecto.
Puesto a buscar el origen del dicho, algún entusiasta llega hasta el Cantar de Mio Cid, y no son pocos quienes lo atribuyen a Manuel Azaña. El que fue jefe del Gobierno de la República le dio un buen impulso cuando lo empleó en un discurso durante una sesión parlamentaria, el 9 de marzo de 1932. Según el relato del periódico La Libertad, dijo: «Las propuestas vuestras refuerzan mi energía y refuerzan las bridas de la mayoría, y podemos repetir las palabras del poeta: “Ladran, señal [de] que cabalgamos”». Stanley G. Payne menciona en El colapso de la República la expresión usada por Azaña como «su tan citada y desdeñosa frase».
Pero la frase no es de Azaña, sino, como él mismo dijo, «del poeta». Y hoy parece haber pocas dudas de que este es Goethe, que dice en el poema titulado Labrador: «Quisieran los perros de la cuadra acompañarnos, pero sus ladridos son solo señal de que cabalgamos». En español es citado desde principios del siglo XX, en un proceso que va acortando el original. Así, Pedro Miquel escribe en El País, diario republicano, del 22 de junio de 1910: «Recuerdo las palabras del dulce Goethe: “Los perros ladran. Señal de que cabalgamos”. Vinieron a mi memoria, lector, asociándolas a los ladridos que…».
Pocos años después va adquiriendo las formas que se usan hoy. Así, Alfredo Jara Urbano escribe en 1919 —trece años antes del discurso de Azaña— en la revista Cervantes: «Oigamos siempre solo a nosotros mismos, y despreciando aquellas pequeñas y arbitrarias acometidas, repitámonos la afirmación de Goethe: “¿Ladran? Luego cabalgamos”».