Siempre me ha cautivado la personalidad de este polifacético científico berlinés nacido en la segunda mitad del siglo XVIII, cuyo nombre ha servido para denominar, a lo largo y ancho del mundo, accidentes geográficos, ríos y corrientes marinas, especies animales (100) y vegetales (300), espacios naturales, localidades, avenidas, calles, universidades y centros de investigación, y un extenso etcétera. Además, es considerado el “padre de la geografía moderna universal”, inventor de las “infografías” y de las expresiones científicas “isotermas”, “isodinámicas” o “jurásico”, y, quizá, el primer ser humano que ascendió un monte de más de 6.000 (El volcán “Chimborazo” en Ecuador). Con una extraordinaria pasión por conocer la naturaleza del Planeta, ninguna realidad física resultaba indiferente para su inagotable curiosidad científica: la zoología, la ornitología, la climatología, la geografía, la sismología y vulcanología, la oceanografía, la geología, la mineralogía, la astronomía, la climatología… pero sin olvidar las ciencias humanas (antropología, etnografía).
Incansable viajero, obtuvo en su primer gran viaje por América del Sur y América Central –gracias a un pasaporte español- la rica materia prima para su extensa obra. Por cierto, que fue A Coruña –la ciudad en la que tengo la fortuna de vivir- donde embarcó, a principios de 1799, a bordo de la corbeta “Pizarro” con destino a América. El propio HUMBOLDT –que no desaprovechaba ni un minuto de su tiempo- anotaría en su diario: “Coleccionamos las plantas que habíamos recogido en los hermosos valles gallegos, no visitados por ningún naturalista; estudiamos las algas y los moluscos que la marea del Noroeste arrojaba en grandes cantidades al pie de las rocas acantiladas”. Como escritor prolífico, fruto de sus viajes por América son treinta volúmenes publicados entre 1805 y 1832 –entre los que destacan sus cinco volúmenes de la obra titulada “Ensayo político sobre el reino de Nueva España”-; luego escribiría su obra más conocida –“Cosmos”- con cinco volúmenes publicados entre 1845 y 1858, casi hasta el año de su muerte en 1859, con noventa años de edad.
Enterado de la publicación en castellano de la espléndida biografía de Alexander Von HUMBOLDT por la historiadora alemana Andrea WULF -que lleva por título: La invención de la naturaleza. El Nuevo Mundo de Alexander von Humboldt (editorial Taurus, 2016)- no he parado hasta conseguirla y reconozco que la he leído con cierta compulsión. Son, sin embargo, muchos los trabajos biográficos disponibles sobre el genial científico: sólo en lengua castellana pueden verse los estudios de FRAGA VÁZQUEZ, MELÓN Y RUIZ DE GORDEJUELA, MINGUET y PUIG-SAMPER o, más recientemente, el ensayo de J. FERNÁNDEZ PÉREZ: Humboldt. El descubrimiento de la naturaleza (publicado por la Ed. Nivola, Madrid, 2002) y la obra colectiva coordinada por CUESTA DOMINGO y REBOK: Alexander Von Humboldt. Estancia en España y viaje americano (publicada en 2008 por la Real Sociedad Geográfica y el CSIC).
Pocas vidas tan ricas como la de este “Shakespeare de las Ciencias”: de Johann Wolfgang GOETHE (el poeta más grande de Alemania) fue gran amigo y admirador; con Simón BOLIVAR (el gran libertador iberoamericano) compartió su espíritu combativo contra el colonialismo; al igual que Thomas JEFFERSON (tercer Presidente norteamericano y uno de sus padres fundadores) puso las bases para la unión entre política y naturaleza; intercambió sus conocimientos con grandes científicos francés de su época (el químico, GAY-LUSSAC; el naturalista LAMARK, el astrónomo LAPLACE); el escritor norteamericano Edgar ALLAN POE le dedicó un poema; Julio VERNE utilizó sus descripciones; Charles DARWIN fue su acérrimo seguidor y reconoció el influjo de HUMBOLDT en sus obras; incluso el zoólogo alemán Ernst HAECKEL –que creó el término “ecología”- bebe en sus fuentes… Incluso se percibe algo de su influencia en el “Art Nouveau”.
Como señala la Andrea WULF, es muy clara la influencia de las obras de Alexander en los más relevantes precursores del conservacionismo y ecologismo en los Estados Unidos del siglo XIX: desde Henry David THOREAU –cuya fundamental obra “Walden” es, según dicha autora, la respuesta de este autor a la obra “Cosmos” del científico prusiano-, hasta John MUIR (el “padre de los parques nacionales de los Estados Unidos”), pasando por el filósofo trascendalista Ralph Waldo EMERSON y George PERKINS MARSH, autor de la influyente obra: “Man and Nature”. Y, esa influencia no ha dejado de ejercer su influjo: “Los ambientalistas, ecologistas y escritores de naturaleza de hoy en día –afirma la misma autora- tienen sus raíces firmemente plantadas en la visión del naturalista del siglo XIX, aunque muchos no hayan oído hablar de él. HUMBOLDT es el padre fundador”.
Pero el científico más famoso de su tiempo (posteriormente, en el siglo XX, silenciado por ser alemán), con la gran habilidad para hacer de la ciencia algo accesible y popular (a mediados del siglo XIX había vendido 40.000 ejemplares de su obra “Cosmos”), no pasará a la historia por un invento particular y concreto sino más bien por su genial intuición –gran descubrimiento- sobre qué es y cómo funciona la naturaleza: “un todo interconectado”, “interrelación perpetua”, “todo es interacción y reciprocidad”, “una totalidad viva, no un conglomerado muerto”; por su amor a “un mundo que late lleno de vida”, y por ser el primer pensador que tomó conciencia de la destrucción que, ya en su época, el ser humano estaba ocasionando en el Planeta (con intuición del “cambio climático” incluido) y fue beligerante contra tal conducta. Una combinación de conocimiento científico, calidez de sentimiento y fuerza imaginativa capaz de entusiasmar a tan diversos autores.
Gracias a la inspiración de autores como el genial Alexander VON HUMBOLDT se ha abierto paso, a lo largo del siglo XIX, una nueva conciencia ambiental que luego fructificará, a partir de la segunda mitad del siglo XX en un verdadero cambio de paradigma. Un nuevo paradigma de protección de la naturaleza que se ha concretado, como describe mi amigo, paisano y colega, el Profesor Juan-Cruz ALLÍ TURRILLAS, -en su magnífico libro “La Protección de la Biodiversidad. Estudio jurídico de los sistemas para la salvaguarda de las especies naturales y sus ecosistemas” (Editado por Dykinson, 2016)- en un tupido marco jurídico de salvaguardia de ese rico concepto de la biodiversidad que comprende desde el material genético hasta los espacios naturales y las especies naturales protegidas.
Parece que las últimas palabras que pronunció Alexander antes de su fallecimiento -en Berlín un 6 de mayo de 1859- fueron: “¡Qué gloriosos son esos rayos de sol, parecen un reclamo del Cielo a la Tierra!”. No cabe duda de que la obra de VON HUMBOLDT sigue iluminando con vigorosos destellos a quienes compartimos la pasión por la naturaleza.