Celebramos hoy el día internacional de los océanos y este año 2016, como el anterior, bajo el lema: “unos océanos sanos, un planeta sano”. Pero, como se pone de manifiesto en una de las web que divulgan el “World Oceans Day”, en boca del cantante Jack JOHNSON, la contaminación por plástico en uno de los más graves problemas para los océanos. De aquí la llamada para “subirnos a la ola del cambio (#WaveForChange) y, por tal motivo reducir el uso del plástico.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible nº 14 orientado a la “conservación y utilización sostenible de los océanos, los mares y los marinos para el desarrollo sostenible”, persigue -entre otros muchos objetivos para el 2025-, “prevenir y reducir de manera significativa la contaminación marina de todo tipo, en particular la contaminación producida por actividades realizadas en tierra firme, incluidos los detritos marinos y la contaminación por nutrientes”. Y, como se sabe por muy abundantes y diversos estudios la acumulación de plásticos en determinadas zonas de los océanos es muy preocupante.
A título de ejemplo, es muy interesante el estudio el proyecto de investigación “IMPACTA” liderado por Víctor Manuel LEÓN LEÓN del Instituto Español de Oceanografía (IEO) en colaboración con otros centros del investigación (entre ellos, mi Universidad de A Coruña, bajo la dirección de la profesora Soledad MUNIATEGUI y directora del Master en que tengo el honor de participar) sobre el impacto de los “microplásticos” en los ecosistemas marinos. En particular, el citado proyecto se propone caracterizar la distribución de contaminantes y microplásticos en sedimentos costeros de la Ría de Vigo y del Mar Menor, y de la plataforma de la costa atlántica y mediterránea”. En el blog adjunto a este proyecto se recogen datos muy interesantes: como que “hay 5 trillones de piezas de plástico flotando en nuestros océanos”, que “el número global de piezas de plástico flotante es de 5.250 billones con un peso de 268.940 toneladas”, que “en 2050 habrá más plásticos que pescado en el océano”, etcétera.
Hace unos meses se hacía público en el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza) un estudio –titulado: “The new plastics economy. Rethinking the future of plastics”- realizado con el apoyo la Fundación Ellen MacArthur y la empresa McKinsey sobre los enormes costes ambientales derivados de la producción y el uso del plástico, con un impacto de sus residuos calculado en 37.000 millones de euros anuales, frente a unos beneficios anuales de entre 24.000 y 36.000 millones de euros. En el mismo estudio se destaca la gran amenaza que dichos residuos supone para la biodiversidad de los océanos. Por tal motivo, el informe propone una rigurosa aplicación de los principios de la economía circular sobre los plásticos, incrementando su reciclado, su reutilización, aumentando la biodegradabilidad de sus materiales, etc.
Releyendo uno de mis favoritos libros sobre cuestiones marinas, el magnífico ensayo del profesor de Conservación Marina en la Universidad de New York, Callum ROBERTS, titulado “Océano de Vida. Como están cambiando nuestros mares” (publicado al castellano por la Alianza Editorial en 2012). Ningún problema que afectan actualmente a nuestros mares y océanos escapa a este experto -que recibió el Premio Rachel Carson de Medio Ambiente-: la sobrepesca, la proliferación de especies exóticas e invasoras, la contaminación química de las aguas, el “ruido marino”, …, y, por supuesto, los plásticos (que analiza en su capítulo 10º sobre “la edad del plástico”). Después de describir gran número de evidencias sobre la contaminación plástica de las agua marinas, de cuándo comenzaron a invadir las corrientes marinas, sobre los lugares donde persisten las “islas” de plásticos, de los plásticos que flotan y de los que se depositan en los fondos marinos, de su consumo accidental por muchas especies animales marinas, de los peligrosas sustancias que contienen algunos plásticos (como el “bisfenol A” y los “ftalatos”), de sus dimensiones microscópicas, … “Los océanos –concluye su Capítulo 10º- se están ahogando en plástico y lo seguirán haciendo en los próximos cien años, incluso aunque dejemos de verter plásticos hoy mismo. Pero nunca es tarde para empezar la limpieza”.
Como bien saben mis lectores, me encanta semejante optimismo por parte de alguien como Callum ROBERTS que claramente nos ha demostrado su profundo conocimiento de los océanos, sin dejar de poner el dedo en la llaga de tantos problemas que inundan el medio marino. Qué mejor manera de celebrar, con esperanza, este “Día de los Océanos” -que tanto me gusta porque coincide con el cumpleaños de mi querida sobrina María (a la que dedico esta reflexión)- con las palabras que cierran su brillante obra: “Algunas de las historias de este libro son descorazonadoras, y la situación empeorará si mantenemos ciegamente el rumbo actual. Pero estoy muy animado por los esfuerzos realizados en los últimos diez años. La gente se ha dado cuenta de la expansión de la influencia humana por los océanos y bajo la superficie, y se están llevando a cabo incontables esfuerzos para rectificar el daños. Nunca he visto tanto compromiso y tanta energía para superar un problema, desde la aldea más humilde hasta las salas de Naciones Unidas. Por eso soy optimista. Podemos cambiar, Podemos revertir nuestros impactos sobre la biosfera. Podemos vivir junto la naturaleza salvaje. La alternativa es la autodestrucción”.