Acabo de volver de Yakarta donde he asistido a un Congreso sobre Bosques y Biodiversidad Marina, organizado por la Academia de Derecho Ambiental de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICNAEL). Quizá más adelante –en otra entrada de este blog- tenga la oportunidad de comentar mi corta experiencia vital en esa estresante megaciudad (con cerca de 20 millones de habitantes) que es la capital del cuarto país más poblado del mundo (Indonesia), de su caótico tráfico urbano, de su insoportable polución atmosférica, de la coexistencia de los mas opolentos edificios junto con las más míseras chabolas,…, de la pacífica convivencia entre personas de diferentes religiones, lenguas, culturas, islas. Pero ahora nos vamos a centrar en el objeto temático del Congreso.
El «tema estrella» de esta reunión científica ha sido, sin duda, el de la protección de los bosques frente –entre otros problemas- a la insostenible sobreexplotación a la que dichos recursos están sometidos, desarrollada en los países con grandes espacios forestales (en particular, Brasil, Congo y, por supuesto, Indonesia). Nuestro Congreso de Derecho Ambiental ha tenido lugar justo al mismo tiempo en que se estaba desarrollando en Durbán (Sudáfrica) el XIV Congreso Forestal Mundial, promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) bajo el lema “los bosques y la gente: invertir en un futuro sostenible”. Como destaca la “Durban Declaration”, aprobada en el seno de dicho Congreso -en el que han participado 4000 expertos de 142 países- “los bosques son más que árboles y son fundamentales para la seguridad alimentaria”.
Según un reciente estudio publicado en la revista Nature, aunque en el mundo existen actualmente, nada más y nada menos, que tres billones de árboles (unos 422 por persona), parece que la Humanidad ya ha destruido la mitad de los que existían en el Planeta. De otra parte, en el estudio promovido por WWF-World Wide Fund For Nature, titulado “Saving forest at risk” (2015) se señala que el 80% de la desforestación en todo el mundo hasta 2030 se va a concentrar en once lugares de los cuales diez están en los trópicos (en la Amazonia, el Bosque Atlántico y Gran Chaco, Borneo, el Cerrado brasileño, Chocó-Darién, la Cuenca del Congo, África Oriental, el Este de Australia, el Gran Mekong, Nueva Guinea y Sumatra).
El otro gran tema del Congreso de la UICN en Yakarta era el de la “biodiversidad marina” en el que se han expuesto un buen número de comunicaciones sobre las reservas marinas y los recursos pesqueros. Mi aportación personal ha versado en torno a la importancia de la pesca artesanal –que supone más de las dos terceras partes de la pesca de consumo humano y que emplea a más del 90% de los pescadores- y sobre la necesidad de promover nuevas formas de gestión pesqueras (como las reservas marinas de interés pesquero). En este sentido he destacado las recientemente aprobadas “Directrices Voluntarias” de la FAO “para asegurar la pesca sostenible a pequeña escala” (publicadas en 2015) que ponen de manifiesto la cada vez mayor importante contribución de la pesca artesanal para la reducción de la pobreza y la promover la seguridad alimentaria. Lo cierto es que, según muchos trabajos científicos, existe en el Planeta una bastante generalizada sobreexplotación de los recursos pesqueros, además de abundantes casos de pesca ilegal o no reglamentada.
En ambas temáticas, la forestal y la pesquera, concurren semejantes problemas como el de la sobreexplotación, de prácticas ilícitas y de reducción de acceso a dichos recursos las poblaciones –generalmente pobres- dependientes de las mismas. Lo cual, como es evidente, incrementa la pobreza y pone en peligro la seguridad alimentaria de muchos seres humanos. En el caso de los recursos marinos se añade la circunstancia de albergarse en espacios de titularidad colectiva o de bienes comunes.
Se me han quedado muy grabados las sabias palabras pronunciadas por el Juez del Tribunal Internacional de Justicia, Christopher WEERAMANTRY, famoso por su intervención en asuntos de índole ambiental, con motivo de su intervención en nuestro Congreso de Yakarta. Una emotiva llamada de urgencia animándonos (a los profesores de Derecho Ambiental que allí estábamos) a infundir en nuestros alumnos de Derecho un firme y solidario sentido de justicia ante los enormes retos ambientales que tenemos por delante en los comienzos de este siglo XXI. Todo un apasionante programa de trabajo por el que merece la pena ponerse en juego lo mejor de nosotros.