Consciente soy de que el pasado viernes 5 de junio fue el “Día mundial del medio ambiente”. Sin embargo, he preferido dedicar mi escaso tiempo libre a comentar en este blog otro destacado aniversario como es el de hoy 8 de junio, “Día Mundial de los Océanos” que lleva por lema “Unos océanos sanos para un Planeta Sano”.
Como bellamente expresa la publicidad de la campaña de este año 2015 “Los océanos son el corazón de nuestro planeta. De la misma forma que los latidos del corazón hacen que la sangre circule por todo el cuerpo, los océanos conectan a las personas de todo el mundo, con independencia de donde vivan”. Esta clara interdependencia entre los océanos –que ocupan más del 70% de la superficie de la Tierra (de la cual sólo el 1% está protegido)- y el resto de los ecosistemas de nuestro Planeta, se hace más palpable en lo que se refiere a los océanos como “pieza clave al sistema climático mundial”. Irina BOKOVA, Directora General de la UNESCO destaca en este sentido como “a pocos meses de la 21ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio Climático (COP21) y de la definición de una nueva agenda mundial para el desarrollo sostenible, este mensaje cobre más importancia que nunca”.
Los problemas que afectan a los océanos y a los mares, así como a las zonas costeras, son de sobre conocidos: pesca ilegal, prácticas de acuicultura insostenibles, contaminación marina, destrucción de los hábitats, introducción de especies exóticas, acidificación de los mares y, por supuesto, los efectos negativos del cambio climático (como la elevación de la subida del nivel del mar).
Con relación a todas estas cuestiones, hace menos de un año, la “Global Ocean Commission” –una entidad no gubernamental promovida por varias fundaciones y grupos filantrópicos- elaboró un importante informe, publicado en junio de 2014, bajo el titulo: “From Decline to Recovery. A Rescue Package for the Global Ocean” (“Del Declive a la Recuperación. Un Plan de Rescate para el Océano Mundial”). En este Informe se ponían de manifiesto, de una parte, los motores del declive: la demanda creciente de los recursos (vivos, minerales, energéticos, genéticos, etc.), los avances tecnológicos (que implica un mayor acceso y una superior capacidad de explotación de los recursos”, el declive de las poblaciones de peces (sobrepesca, sobrecapacidad), los efectos del cambio climático (con la consiguiente pérdida de biodiversidad y de hábitats), y una débil Gobernanza en las zonas del alta mar. Todo ello conlleva una situación de océanos degradados, improductivos y explotados.
De otra parte, la “Global Ocean Commission” propone como motores de la recuperación –para hacer posible un “océano sostenible”- las siguientes medidas: crear una zona de regeneración en el alta mar (entre otras medidas, libre de la pesca industrial); constituir un organismo independiente («Junta de Rendición de Cuentas para el Océano Mundial») para el seguimiento del proceso de progreso hacia un buen estado de salud de los océanos; establecer unas normas de seguridad internacionales y unos principios de responsabilidad comunes para las explotaciones de gas y petróleo offshore; luchas contra el vertido de materiales plásticos que constituyen actualmente una grave y extensa contaminación de los mares; lucha contra la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (es decir, cerrar los mares, los puertos y los mercados a este tipo de recursos); limitar las actividades de sobrepesca prohibiendo la subvención de las actividades pesqueras más dañinas para los recursos marinos; y mejorar la gobernanza del Alta Mar –promover su cuidado y recuperación-, en particular, a través de la reforma de la actuación Convención Internacional para el Derecho del Mar; y finamente, potenciar el objetivo del desarrollo sostenible de las Naciones Unidas para los océanos, con metas detalladas y indicadores específicos.
Desde el punto de vista oficial, algunas de estas medidas han comenzado a ponerse en marcha como la acordada por consenso, a comienzos del presente año 2015, en el seno de la Organización de Naciones Unidas para iniciar la elaboración de un tratado vinculante para la protección y el uso sostenible de la biodiversidad marina en las aguas que quedan fuera de la jurisdicción de cada país (es decir, mas allá de las 200 millas náuticas). El futuro tratado deberá de reglamentar el uso de los recursos genéticos marinos, la determinación de las áreas marinas protegidas, la evaluación de impacto ambiental de las actividades que se realicen en dicho espacio y la reglas par la transferencia de tecnología marina. Las agrupaciones ecologistas, agrupada para este fin bajo la plataforma “Alianza para el Alta Mar” han celebrado este paso adelante, pero es seguro que hasta su consecución los intereses de las empresas farmacéuticas y pesqueras se harán notar para reducir el alcance de la protección resultante.
Otra novedad significativa es la presentación que en estos días realizará la UNESCO de la nueva “Plataforma Océano y Clima”. Esta entidad, lanzada conjuntamente por varias instituciones de investigación, ONGs y la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO (COI) se propone colaborar a los debates que tengan lugar en el seno de la COP 21 –que se celebrará en Paris del 30 del noviembre al 11 de diciembre próximos- relativos a la interacción océano-clima y abogará por que en las negociaciones se tenga en cuenta que cambio climático implica un cambio oceánico.
Desde el punto del vista científico, se está poniendo de manifiesto la importancia de la contaminación marina por efecto de los miles de toneladas de plásticos que flotan en los océanos de todo el Planeta, así como su incorporación a la cadena alimentación por la ingestión de pescado que contiene microplásticos. Si bien hay al respecto discrepancias cuantitativas en cuanto al alcance de esta contaminación. Véanse en este sentido las conclusiones obtenidas tras la “Expedición Malaspina” –dirigida por los investigadores españoles Carlos DUARTE y Andrés COZAR (2014)- o los presentados por Marcus ERIKSEN y otros (2014) donde se llega a la conclusión de que más de cinco billones de piezas de plástico flotan actualmente en los océanos (con un peso de cerca de 270.000 toneladas).
Una concreta iniciativa para combatir la sobrepesca y la pesca ilegal es la campaña promovida por la “Environmental Justice Foundation” –bajo el lema “Save the Sea”- que consiste en asociar a los restaurantes con estrella Michelín para recaudar fondos y crear una conciencia sobre la necesidad de una pesca sostenible y bien gestionada así como la promoción de medidas de conservación de la biodiversidad marina y de sus ecosistemas. Asimismo la organización ambientalista Oceana reunió en San Sebastián, a comienzos de este año 2015, a veinte chefs de algunos de los mejores restaurantes del mundo para promocionar su campaña “Save the Oceans: Feed the World”.
Son estos unos meros botones de muestra de lo que se puede hacer para proteger y preservar ese impresionante ámbito de vida marina que rodea nuestra existencia. Todo será poco para mantener la belleza, la riqueza y el potencial que presenta los mares y océanos, vínculo vital de toda la Humanidad.