Hace pocas semanas saltaba a la palestra informativa el éxito sin precedentes –“fenómeno viral”- un documental que, con el título “Bajo la cúpula” (“Under the dome”, prestado del nombre de una serie estadounidense), ha sido producido y presentado por una conocida periodista china, Chai JING, sobre los graves efectos para la salud de la contaminación en la República Popular China. Hasta al momento este documental ha sido visto por más de 200 millones de personas, incluidos muchos millones de ciudadanos chinos (22 millones, en un solo fin de semana en el youtube chino, “Youku”) hasta que poco después de su emision, el Gobierno chino decidió censurarlo para la audiencia de sus compatriotas.
La presentación del documental –de 104 minutos de duración y que está accessible en youtube con subtítulos en inglés– se parece mucho al famoso documental de AL GORE (“una verdad incómoda”, oscarizado en 2006) pero, a mi juicio, tiene más fuerza argumentativa y un componente humano más atractivo. La periodista narra su propia experiencia cuando al quedar embarazada se detecta que su hija tiene un tumor (aunque benigno) presuntamente debido a la alta polución de las ciudades chinas en la que había trabajado como reportera. Son impresionantes las secuencias fotográficas de varias ciudades del éste de China en las que domina una agobiante niebla de contaminación; son incontestables los datos estadísticos sobre la elevada mortalidad de los ciudadanos chinos que pueblan los núcleos urbanos más contaminados (más de un millón, segun la revista “The Lancet”); es escalofriante la entrevista a una niña que vive en una zona minera de la provincial de Shanxi en la que afirma que nunca ha visto estrellas en el firmamento o el azúl del cielo, son enormes los índices de contaminación atmosférica experimentados en muchas ciudades chinas que superan con mucho los niveles de seguridad… Son muchos los hechos y datos contados con una gran capacidad divulgativa que captan enormemente la atención del público que asiste a la explicación de Chai JING.
Ante esta realidad incontestable de tener que vivir “bajo la cúpula” de la contaminación, provocada por el voraz uso del carbon para alimentar el imparable crecimiento económico del gigante país asiático, lleva a plantearse a la autora del documental cómo explicar a su hija el fenómeno de la polución atmosférica, de sus efectos para la salud, de consecuencias para el medio ambiente. No hay una crítica explícita al Gobierno pero, en el fondo, cualquiera se pregunta ¿quién es el responsable de este grave problema? ¿qué hace la Administración Pública para controlar los excesivos indices de contaminación del sector industrial? ¿cómo puede permitirse el sacrificio de tantas vidas en el altar del insostenible progreso económico?
Pese a la censura, poco antes de la celebración del Congreso Nacional del Pueblo, el recién nombrado por el Gobierno, ministro de Medio Ambiente, Chen JINING, ha afirmado al ver el documental que “merecía admiración” y que podia compararse con la famosa obra de la científica norteamericana, Rachel CARSON, “Primavera Silenciosa” de 1962 en donde denunciaba los perjudiciales efectos de los pesticidas para el medio ambiente y para la salud. El flamante responsable de la política ambiental de la República Popular -formado en Europa (Imperial College London) y Director del Departamento de Ciencias Medioambientales de la prestigiosa Universidad de Tsinghua de Pekin- ha dicho que el citado documental “ha jugado un importante rol en promover la conciencia pública sobre asuntos de salud y medioambiental”.
Aquí, en los Estados Unidos, varias instituciones universitarias han venido colaborando con científicos chinos en la reflexión sobre la importancia de una nueva política ambiental en la Republica Popular. Así, por ejemplo, el Center for Environmental Law and Policy de la Universidad de Yale y el Center for International Earth Science Information Network de la Universidad de Columbia, en colaboración con la Chinese Academy for Environmental Planning y la Universidad de la City de Honh Kong, elaboraron hace pocos años un muy interesante estudio titulado “Towards a China Environmental Performance Index”. También el prestigioso WILSON CENTRE, a través de su “China Environment Forum” ha desarrollo varios estudios en este tema y, justamente, hace pocos días organizó un panel de discusión sobre el documental que comentamos (que puede verse en su website). Igualmente, el Gobierno norteamericano, a través de su Environmental Protection Agency (EPA) viene colaborando, desde 2007, con el Gobierno chino en la iniciativa “EPA-China Environmental Law Initiative”.
Se puede afirmar que el ordenamiento ambiental de la República Popular China es moderno y completo pero que, sin embargo, padece de un enorme deficit de cumplimiento. Desde hace mucho tiempo existe una pugna interna entre el Gobierno central y los Gobiernos locales (provinciales y de distrito) para hacer cumplir la normativa ambiental, así como un rechazo de las poderosas empresas públicas industriales reacias a frenar su ritmo de producción y a implementar la legislación ambiental. Antes de ayer, el Primer Ministro chino, Li KEQUIANG, al acabar la Asamblea Nacional Popular (el máximo órgano legislativo de la República Popular) –que ha respaldado una reducción del crecimiento para este año 2015 al 7%- ha afirmado que “la contaminación es un grave preocupación de la gente y el Gobierno está dispuesto a acabar con ella reforzando las leyes medioambientales y endureciendo las penas para sus infractores-. Ya en el discurso del año pasado había declarado la “Guerra contra la contaminación”. Sin embargo, no bastan las declaraciones institucionales y es muy importante en la solución de los temas ambientales la máxima transparencia y la participación. Por este motivo flaco favor se ha hecho al nuevo Ministro de medio ambiente chino censurando el comentado documental que presenta una cruda e inocultable realidad de la contaminación ambiental del país. En un momento del mismo, la periodista Chai JING, afirma con enorme fuerza: “Es como se hace historia, cuando miles de personas comunes dicen: no, no estoy satisfecho. No quiero esperar. Me levantaré y haré algo. Aquí y ahora”. No se trata de una mera cuestión ideológica porque lo que está en juego son vidas humanas.
Pese a todo, soy optimista viendo a tantos –son miles- jóvenes investigadores venidos de China para formarse en las más prestigiosas universidades norteamericanas y de todo el mundo, algunos son mis colegas aquí, en Berkeley. Estoy convencido de que ellos impulsarán desde dentro del país, tarde o temprano, una nueva política ambiental y el convencimiento de que se pueden hacer mucho mejor las cosas, de que es posible un nuevo desarrollo económico. Es deseable que así lo hagan cuanto antes porque los excesos de la contaminación industrial –los de China, por supuesto- tienen ya una repercusión planetaria.