Hace unos días, mi amigo Nicolás de SADELEER, Profesor de la Université de Saint-Louis de Bruselas y uno de los mejores expertos en Derecho Ambiental de Europa, me envió un e-mail en el que se adjuntaba un artículo periodístico suyo con una colega belga, pidiéndome que le diera la mayor difusión posible. Esta colaboración –cuyo título puede traducirse como: “Qué va ser del futuro de las cuestiones ambientales en la Unión Europea?”- tiene por objeto ponernos en alerta sobre la reciente retirada por parte de la nueva Comisión Europea, liderada por Jean-Claude JUNCKER, de un importante paquete de propuestas legislativas propuestas por la saliente Comisión. Entre otras muchas medidas, por lo que respecta a la política ambiental, se han retirado dos propuestas: la relativa a la promoción de la llamada “economía circular” y una referida a la lucha contra la contaminación atmosférica y protección de la salud. Esta decision, adoptada por la Comisión a mediados desde este mes de diciembre de 2014, ha sido inmediatamente contestada por los grupos ecologistas en toda Europa y también de ello se han hecho eco los radicados en nuestro país (Ecologistas en Acción, SEO/BirdLife, WWF).
Dejando para otro momento la propuesta sobre el reforzamiento de la política contra la contaminación atmosférica –que incluía una nueva Directiva de techos de emisión de sustancias contaminantes más exigente que las anteriores-, me voy a centrar en este comentario en torno a la otra propuesta retirada, relativa a la “economía circular”. Si bien, en el documento oficial se indica que dicha propuesta será sustituida por otra más ambiciosa a finales del año 2015.
La “economía circular” tiene que ver con un uso más racional de los recursos naturales, en un horizonte de crecimiento económico y de la población en el que dichos recursos están sufriendo una sobreexplotación y agotamiento muy considerables. La utilización eficiente de los recursos es, por otra parte, una de las claves de la Estrategia Europa 2020 sobre un crecimiento económico que sea inteligente, sostenible –es decir, respetuoso con el medio ambiente- e integrador (con tasas de empleo elevadas para aumentar la cohesión social y territorial).
Cuando a principios del 2011 la Comisión Europea anterior publicó la Comunicación sobre “Una Europa que utilice eficazmente los recursos” (o “iniciativa emblemática con arreglo a la Estrategia Europa 2020”), he de confesar que este documento me atrajo especialmente, por sus enormes potencialidades para el ahorro de los recursos, por sus efectos sinérgicos en los procesos industriales de elaboración de productos, por sus buenas perspectivas de cara al empleo, y una largo etcétera. Poco antes del verano (en julio de 2014), la extinta Comisión publicaba otro interesante documento “Hacia una economía circular: un programa de cero residuos para Europa”, en el se que ponía de manifiesto la necesaria transición de una economía con un patrón de crecimiento basado en la secuencia “tomar-fabricar-consumir y eliminar” (basada en la hipótesis de la abundancia de recursos), hacia la economía “más circular que exige la introducción de cambios en todas las cadenas de valor, desde el diseño de los productos hasta los nuevos modelos de gestión y de mercado, desde los nuevos modos de conversión de los residuos en un activo hasta las nuevas formas de comportamiento de los consumidores”. Puede parece muy ambicioso pues implica “un cambio sistémico completo, así como innovación no sólo en las tecnologías, sino también en la organización, la sociedad, los métodos de financiación y las políticas”, pero tengo para mí que es la única vía posible e inteligente de cara al futuro, y que no podemos perder el tiempo en dilaciones como la que supone la comentada retirada del programa de medidas comunitario.
La tan repetida “economía circular” no es otra cosa que la suma de muchas innovaciones que se vienen proponiendo desde hace décadas, desde los principios “Cradle to Cradle” (W. McDONOUG & M. BRAUNGART), a la “Ecología Industrial” (Prof. Roland CLIFT), pasando por la “Performance Economy” (Walter STAHEL), la “Biomímesis” (Janine BENYUS) o la “Economía Azul” (Gunter PAULI). En realidad la economía circular –y casi todas estas teorías- están inspiradas en la organización y funcionamiento de los seres vivos y de la naturaleza de los ciclos naturales frente a la economía lineal, impulsada desde la primera revolución industrial, de “producir, usar y tirar”.
La oportunidad y conveniencia de este nuevo paradigma económico ha calado en amplios sectores de la sociedad europea, como pone de relieve la firma del “Manifiesto for a resource-efficient Europe” (Bruselas, 17 de diciembre de 2012) por representantes de la política, de la industria y de la sociedad civil. Incluso se están aprobando leyes directamente inspiradas en esta filosofía como es el caso de la “Circular Economy Law of the People’s Republic of China”de 29 de agosto de 2008.
La “Ellen MacArthur Foundation”, plenamente comprometida –junto con relevantes empresas multinacionales- en la promoción de la economía circular, ha destacado, por ejemplo, en su Informe de enero de 2012, “Hacia la Economía Circular: razones económicas y comerciales para una transición económica acelerada” (Towards the Circular Economy: Economic and business rationale for an accelerated transition) que gran parte del sector de manufactura de la Unión Europea podría ahorrar unos 650.000 millones de euros de aquí al 2025, si rediseñara sus sistemas productivos de acuerdo con la economía circular. Y, como señala el citado documento de la Comisión de 2014, sólo la nueva política de residuos (más bien de no residuos) sobre el reciclado, recuperación, reutilización, etc., podría dar lugar a la creación de más de 400.000 puestos de trabajo en la Unión Europea para el 2030.
Hay muchas razones de peso para apoyar esta nueva estrategia económica y productiva y, por tal motivo, es proporcionada la alarma que ha suscitado la retirada de la repetida propuesta legislativa comunitaria. El Profesor DE SALEDEER propone en su artículo periodístico algunas atinadas medidas jurídicas que podrían adoptarse en el seno de las Instituciones Europeas para rescatar la tan valiosa medida. A la vez que deseo dar publicidad a su autorizada opinión, aquí sólo deseo subrayar con toda mis fuerzas que debe volverse con decisión, cuanto antes, a la senda de la “economía circular”, de cuyos principios, intuyo, está gran parte del futuro de la sostenibilidad ambiental de nuestro Planeta.