De vuelta de mis vacaciones de verano, tengo pendiente publicar aquí varios de los temas y lecturas que me han suscitado y ocupado estos días pasados. Por lo pronto, quiero concluir mi espacio dedicado al novísimo Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Aún tengo grabados en mi retina los paisajes que he disfrutado en mis varias excursiones por los lugares más emblemáticos de este espacio natural protegido. Veámos. Hablar de los Montes de Valsaín es hablar de unos majestuosos bosques situados en la vertiente norte de la Sierra de Guadarrama, en el término municipal de San Ildefonso-La Granja, de la provincia de Segovia. Una superficie forestal de más de 10.000 hectáreas que destaca por haber sido el primer espacio natural de España con protección legal, por la prohibición de la caza y pesca en 1579. Después de haber pertenecido a la ciudad de Segovia (a la Noble Junta de Linajes y al Común de su Tierra) fueron comprados al final del siglo XVIII por la Corona y en la actualidad pertencen al Organismo Autónomo Parques Nacionales. La presencia del pino silvestre es hegemónica con más de cuatro millones de ejemplares (que pueden alcanzar los 30 metros de altura), ocupando una cota de terreno que va desde los 1.200 a los 1,900 metros.
Los Montes de Valsaín se caracterizan por intentar compatibilizar el uso público recreativo con una gestión forestal sostenible, el aprovechamiento ganadero y la conservación de la flora y fauna silvestres. Además en el corazón del bosque se encuentra la sede del Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM), creado en 1987 -y perteneciente, también, al Organismo Autónomo de Parques Nacionales- con la misión de incrementar la responsabilidad de los ciudadanos en relación con el medio ambiente, a través de la educación ambiental. Aprovecho para decir que esta actividad de la educación ambiental es una de las más importantes claves de futuro –y de presente- para la protección ambiental. Sin ella el futuro es incierto pero gracias a ella podemos confiar en una progresiva sensibilización de la ciudadanía hacia el cuidado de la naturaleza.
En varios lugares de la Sierra de Guadarrama como en La Pedriza (impresionante macizo granítico, situado en el término municipal de Manzanares del Real, que hace las delicias de los escaladores) como en el precioso municipio turístico de Rascafría (en el Valle de Lozoya), he encontrado referencias al filósofo y pedagogo, Francisco GINER DE LOS RÍOS (1939-1915), introductor del pensamiento “krausista” en España y fundador de la Institución Libre de Enseñanza. Resulta que este pensador fue un precursor de la incorporación de la naturaleza a sus métodos pedagógicos. Y de tal suerte es recordado el verano de 1883, cuando GINER DE LOS RÍOS organizó la primera excursión colectiva de carácter científico-educativa que tuvo lugar en la Sierra de Guadarrama. Fueron tres días de memorable viaje en que profesores y alumnos –un total de catorce personas- recorrieron por sendas y caminos todos los rincones de la Sierra: Villalba, Cercedilla, Navacerrada, El Paular, Rascafría, La Granja, etc.
También en el término municipal de Rascafría se encuentra el Parque de Peñalara (la cota más elevada de la Sierra de Guadarrama con sus 2.428 metros) que tuve la fortuna de coronar y que, antes de incorporarse al nuevo Parque nacional, había sido declarado Parque Natural de la Comunidad de Madrid en 1990. Saliendo del Puerto de los Cotos se puede alcanzar la citada cumbre tras dos horas y media (de paso tranquilo), pasando antes por la fotogénica “laguna de Peñalara” a la que se accede por una senda bastante asequible para personas de todas las edades y condiciones físicas. Los tramos de madera que permiten acceder a dicha laguna y los cierres y vallas que bordean el camino fueron objeto de un interesante comentario entre mis compañeros de excursión, acerca de su necesidad para preservar el entorno o, por el contrario, sobre la artificialidad que supone en tan maravilloso paisaje de montaña. En mi opinión, aunque perturbe un tanto la naturalidad del paisaje, se hace necesario ante la inevitable presión de los “urbanitas” (entre los que me incluyo).
Al volver a Coruña, vi entre las novedades bibliográficas de la biblioteca el Informe elaborado por David RODRIGUEZ RODRIGUEZ y Javier MARTÍNEZ VEGA, sobre la “Evaluación de la eficacia de las áreas protegidas. Resultados de la primera evaluación integrada de los espacios naturales de la Comunidad de Madrid”, publicados este año por la Fundacción BBVA. Este trabajo -que utiliza la metodología del “Sistema de Evaluación Integrada de Áreas Protegidas” en los diez espacios naturales de la Comunidad madrileña- llega a conclusiones nada optimistas sobre la limitada eficacia de las estrategias de biodiversidad “in situ” por la magnitud de los impactos generados por el ser humano. Por tal motivo, recomienda para la efectiva conservación de la biodiversidad en dichos espacios, la aplicación inmediata y rigurosa de “estrategias globales complementarias encaminadas a la reducción de las presiones externas a las áreas protegidas relacionadas con el cambio global, como el cambio climático, las crecientes tendencias poblacionales y de consumo, la artificialización del suelo, la contaminación de los ecosistemas (física, química y biológica) o el turismo incontrolado”. Realmente, en una Comunidad Autónoma como Madrid, con sus seis millones y medio de habitantes (más de 800 habitantes por kilómetro cuadrado), constituye un verdadero reto proteger con eficacia sus espacios naturales. Confiemos en que los gestores del nuevo Parque Nacional de Guadarrama –cuya belleza tanto nos ha cautivado este verano- sean capaces de lograr tan ambicioso objetivo.
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