Qué mejor que estos días de uno de los inviernos más normales que recuerdo en los últimos años para visionar en DVD la espectacular serie documental de la BBC Nature: “Planeta helado” (forzen planet, 2011), la última –hasta el momento- dirigida por Sir David ATTENBOROUGH, el popular naturalista y divulgador científico y Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2009.
Tras las exitosas “Planeta Azul” y “Planeta Tierra”, esta “gélida” serie nos permite conocer los misterios de estos inhóspitos lugares del Planeta, desde el menguante ártico hasta el remoto continente Antártico (que contiene el 75% del agua dulce de la tierra y es la concentración más grande de hielo sobre el Planeta). Un viaje extraordinario y un regalo visual hasta los “confines de la Tierra”, a lo largo de las peculiares estaciones climáticas, desde el superlativo y oscuro invierno hasta el corto verano, pleno de abundacia de biodiversidad. Contiene secuencias inolvidables como el trabajo colaborativo de los pingüinos rey para protegerse de las sobrecogedoras ventiscas invernales, o las encarnizadas luchas de los osos polares por conquistar a la hembra. En fin, que no puedes perderte esta nueva joya documental que nos presenta el longevo divulgador británico.
Aun reconociendo mi admiración por David ATTENBOROUGH debo confesar que no me gustaron sus afirmaciones vertidas en una entrevista a la revista Radio Times, a finales del pasado mes de enero, manifestando que “los humanos son una plaga sobre la Tierra” y que, si queremos sobrevivir, hay que poner todos los medios para controlar el crecimiento de la población. No es la primera vez que expresa la idea de que los seres humanos estamos destruyendo el Planeta. En casi todos sus documentales aparece alguna referencia al sombrío futuro que nos espera. En esto me recuerda bastante a su compatriota, el científico James LOVELOCK (“La Tierra se agota” es su último libro publicado en 2011). Los dos comparten un pesimismo existencial, fruto sin duda de un profundo conocimiento del estado ambiental de nuestro Planeta.
Consciente de los muchos y variados problemas ambientales de nuestro mundo –que procuramos reflejar en este blog- me resisto a calificar a nuestros congéneres como una “plaga”. Hace muchos años que cayeron en mis manos algunas obras de los defensores de la “ecología profunda” (“deep ecology”) con planteamientos similares -sin duda anti-humanistas– que me impactaron en mis primeras lecturas ecologistas. Conforme pasa el tiempo, cada vez estoy convencido de que el ser humano -que origina, en efecto, tan graves problemas- es el único que puede salvarnos de esta situación de crisis ambiental.
Ya sé que algunos ecologistas extremos (ciertos defensores del “biocentrismo”) defienden que lo mejor que puede suceder es que se extinga el último ser humano para que el Planeta no siga sufriendo nuestros desvaríos antropocéntricos. Pues yo me autodeclaro “antropocentrista moderado” que quiero lo mejor para este hermoso mundo –nuestra “casa común”-, para todos los seres vivos, en todos los ecosistemas, hasta los confines del Planeta. Mucho hemos aprendido acerca de la alteración de los procesos ecológicos y del respeto de los ciclos biológicos, y mucho nos queda todavía por aprender para proteger, mejorar y conservar –respetar- nuestro “pequeño mundo”.
Que somos muchos seres humanos en el Planeta -alega David ATTENBOROUGH y otros muchos autores- como causa principal de todos nuestros problemas ambientales no siempre es tan fácil de demostrar. El reciente estudio de la consultora PricewaterhouseCoopers, titulado “El mundo en 2050. Los BRIC y más allá: pronósticos, desafíos y oportunidades” augura que, además de triplicar el PIB mundial a costa de calentar 6º el Planeta, seremos 9.000 millones de personas pero apenas crecerá la población en occidente. Que nos lo digan a la “vieja Europa”.
Sin poner en discusión la innegable “explosión demográfica” en el siglo XX, algunos demógrafos hablan de una “transición demográfica” hasta la estabilización de la población mundial hacia 2100 en 11.000 millones de personas. Y también parece claro que algunos países (generalmente los de mayor desarrollo económico) están comenzando a sufrir una “implosión demográfica” (véase el interesante artículo de David BROOKS en el New York Times expresivamente titulado “the fertility implosion”).
Hay muchas plagas que erradicar de nuestro convulso mundo pero no, por cierto, a los sufridos seres humanos. La plaga del “consumismo”, del despilfarro de recursos, de la intolerancia, de la insolidaridad, de la desigualdad, … en definitiva, todo errático indicio de inhumana autodestrucción, eso es lo que, a mi juicio, hay que desterrar para siempre.
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