Ya han pasado muchos años desde que al I+D se le añade un “i” que, como es sabido, se refiere a la innovación. Y, ¿qué es la innovación? Pues, lo que en el lenguaje coloquial se entiende por novedad, en sentido propio se refiere en el mundo económico a la renovación de los productos, de los procesos y de los factores de producción. Hoy está tan arraigado el término que se utiliza para denominar a organismos públicos y privados.
Desde hace menos tiempo, a partir de la celebración de la Cumbre Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible en Río de Janeiro en 1992, cuando empezó a cobrar protagonismo el “Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sostenible” (World Business Council for Sustainble Development), comenzaba a hablarse de la «eco-innovación». Poco a poco, como nos describía a finales del siglo XX Claude FUSSLER en su pionera obra “Eco-innovación. Integrando el medio ambiente en la empresa del futuro” (Mundi-Prensa, Madrid, 1999) la preocupaciones ambientales fueron calando en el sector empresarial hasta el punto de convertirse la sostenibilidad en uno de sus leit motiv. Y muy ligado con la ecoinnovación está la idea de “ecoeficiencia”, es decir, “producir más con menos” (por ejemplo, reducir los vertidos y la contaminación, así como usar menos energía y materias primas).
En esta dirección de “ecoeficiencia” tuvo mucho impacto la obra de científico alemán Ernst Ulrich VON WEIZSÄCKER: Factor 4. Duplicar el bienestar con la mitad de los recursos (publicada en 1995; y en castellano por la editorial Galaxia Gutemberg-Círculo de Lectores en 1997). Se trataba de un informe encargado por el Club de Roma en el que se demotraba entonces que disponemos de la tecnología necesaria para un uso mucho más eficiente de la energía y de las materias primas, sin perder calidad de vida. Por su parte el químico Michael BRAUNGART y el arquitecto William McDONOUGTH son muy conocidos por su libro Cradle to Cradle (De la cuna a la cuna): Rediseñando la forma en la que hacemos las cosas (2003; publicado en castellano por la editorial McGraw-Hill, 2005) que fija las bases del “eco-diseño”: reducción del impacto ambiental de un producto, estrategia o política, a través del estudio del ciclo completo de los materiales utilizados (extracción, procesamiento, utilización, reutilización, reciclaje, etc.).
Volviendo a la “ecoinnovación”, la reciente monografía –titulada Eco-innovación. Claves para la competitividad sostenible y la sostenibilidad competitiva– de CARRILLO, DEL RÍO y KÖNNÖLÄ (publicada en Netbiblo, 2012) ponen de manifiesto que “las eco-innovaciones pueden mitigar el supuesto enfrentamiento tradicional entre competitividad y protección ambiental” y que el diseño de las eco-innovaciones (bien sea de productos o de precesos) tienden a mejorar la eficiencia, la gestión de costes y la apertura a nuevos mercados, así como reducir impactos sobre el medio ambiente y, además, es una “fuente de nuevas alternativas, algo fundamental para la renovación de los sistemas actuales y la gestión transición social hacia prácticas más sostenibles”.
Hoy algunas de las grandes organizaciones económicas internacionales tienen en la “eco-innovación” como una de las claves del desarrollo del futuro. Así, por ejemplo, la OCDE vincula el “crecimiento verde” con la “eco-innovation”, y, en definitiva con la economía verde (green economy). La Unión Europea por su parte, viene desarrollando desde prinicipios de este siglo la llamada “política integrada de productos” destinada a reducir el uso de recursos y el impacto ambiental de los recursos (cfr. el documento de la Comisión Europea COM(2003) 302 final). Más recientemente –en el marco de la Estrategia Europa 2020, en respuesta a la crisis económica y financiera, para reforzar la capacidad de la UE y lograr un crecimiento “inteligente, sostenible e integrador”– ha lanzado la “iniciativa emblemática de Europa 2020 de la Unión po la innovación”. Y fruto de esta iniciativa es el “plan de Acción sobre Ecoinnovación” (EcoAP) que se presenta como elemento fundamental para la transición hacia una economía verde y una Europa eficiente en el uso de los recursos.
Esta semana se acaba de publicar el Informe –el tercero- del Observatorio Europeo de la Ecoinnovación: Europa en transición: allanando el camino hacia la economía verde a través de la ecoinnovación, en el que se recomienda a los responsables políticos, a las empresas, a los ciudadanos y a los investigadores que todos ellos tienen que trabajar en conjunto, aliados para poner en práctica la ecoinnovación.
También en el Congreso Nacional de Medio Ambiente 2012 no faltaron amplias referencias a la ecoinnovación y el ecodiseño (cfr. el monográfico sobre este tema publicado recientemente). Entre las comunicaciones presentadas al Congreso contó con diversos ejemplos de ecoinnovación y ecodiseño.
Es claro que ahora más que nunca, en tiempo de crisis, hay que agudizar el ingenio y, en particular, hay que potenciar la “ecoinnovación” que ha de implicar una sustancia reducción en el uso de los -cada vez más escasos- recursos naturales, pero sin disminuir la calidad de vida de los ciudadanos. Justo lo contrario de lo que está sucediendo en nuestra sociedad con los crecientes recortes presupuestarios con su lacerante regresión a niveles de bienestar del pasado.
Trackbacks/Pingbacks