Con este título no quiero referirme al concepto creado por el sociólogo polaco Zygmun BAUMAN (una acertada crítica, a mi juicio, de la fragilidad de los vínculos humanos en la postmodernidad). Resulta que ayer, 2 de febrero, celebramos el “Día Mundial de los Humedales”, día en el que se conmemora la fecha en que se adoptó la Convención sobre los Humedales (un 2 de febrero de 1971, en la ciudad iraní de Ramsar). El también llamado Convenio Ramsar es el primero de los tratados modernos de carácter intergubernamental sobre conservación y uso sostenible de los recursos naturales y, además, es el único que se centra en un ecosistema específico. Promovido a prinicipios de los años 60 del siglo XX por países y organizaciones no gubernamentales, entró en vigor en 1975.
Es casi seguro que todos/as tenemos conservamos en nuestras retinas uno o varios de los 2.086 sitios designados como “humedales de importancia internacionales” en alguno de los 164 países contratantes de la Convención, a lo largo y ancho del Planeta, que ya suman una superficie de más de 200 millones de hectáreas. En mi privilegiado entorno geográfico ¿quién no disfruta de parajes tan maravillosos como el “complejo intermareal Umia-Grove”, o el “complejo húmedo de Corrubedo”, o “la laguna y el arenal de Valdoviño”, o las “Rías altas de Ortigueira y Ladrido”,…? Son, en efecto, algunos de mis “amores líquidos”, merecedores del reconocimiento internacional que la pionera Convención pretende proteger.
La misión de la Convención es la “conservación y el uso racional de los humedales mediante acciones locales y nacionales y gracias a la cooperación internacional, como contribución al logro del desarrollo sostenible en todo el mundo”. Un “uso racional” de los humedales –bien sea marinos, estuarinos, lacustres, ribereños y palustres- que consiste en “el mantenimiento de sus características ecológicas, logrado mediante la implementación de enfoques por ecosistemas, dentro del contexto del desarrollo sostenible”. Por este motivo no me extraña la preocupación de los grupos ecologistas durante estos días en relación con el primer y más extenso “humedal Ramsar” declarado en España en 1982: el “Parque Nacional de Doñana” con sus más de 50.000 hectáreas, en cuyo entorno se pretende autorizar el almacenamiento subterráneo de gas.
Este año 2013, el lema del “Día Mundial de los Humedales” –que se viene celebrando desde 1997- se titula “los humedales cuidan del agua”, lo cual pone de manifiesto la interdependencia entre el agua y los humedales y el papel fundamental que desempeñan los humedales. Un año que, además, coincide con el el Programa Hidrológico Internacional de la UNESCO, en el que se subraya la importancia de la cooperación en la gestión sostenible del agua. El objetivo fundamental de este “día mundial” es “fomentar la sensibilización de las personas acerca de la interdependencia del agua y los humedales, indicar medios adecuados para que los diferentes grupos de interesados compartan el agua de una manera equitativa y lograr que se comprenda que sin humedales no habrá agua”.
Todos somos responsables del manejo del agua. No sólo las Instituciones y Administraciones Públicas –comunitarias, estatales, autonómicas y locales- que deben de aprobar las normas de protección y gestión oportunas, los planes de ordenación de cada cuenca hidrográfica y velar por que aquellas y éstos se apliquen. Pero también nosotros los consumidores podemos apoyar muy eficazmente la protección y restauración de los humedales: reduciendo la cantidad de agua que utilizamos mediante acciones directas, por ejemplo, instalando inodoros y duchas diseñados para ahorrar agua, manteniendo cerrado el grifo mientras se cepillan los dientes, utilizando menos agua en el jardín, evitando el vertido de medicamentos, pinturas u otros contaminantes en el sumidero, etc. que tengan una huella hídrica considerable y reemplazarlos por productos alternativos cuya huella sea menor.
Los humedales cuidan del agua y… de nosotros y, por tal motivo, tenemos el inexcusable deber de protegerlos.
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