Hace una semana celebrábamos la beatificación de Juan Pablo II que tuvo lugar el pasado día 1 de mayo en Roma con la asistencia de más de un millón de personas. El Papa polaco gobernó la Iglesia Católica durante los años 1978 a 2005 y durante sus veintisiete años de pontificado hizo muchas cosas: recorrió todo el mundo visitando 129 países, emitió 14 encíclicas, se reunió con más de 1.500 jefes de Estado y de Gobierno,… y con seguridad es la persona que se haya reunido de forma directa con más seres humanos en toda la historia de la humanidad. En esta ocasión el comentario lo centramos, como es lógico, en la temática que nos viene ocupando desde el inicio de este blog; y, en particular, respondiendo a la cuestión inicial: ¿puede considerarse el nuevo Beato Juan Pablo II con un Papa ecologista?
Se puede afirmar sin temor a equivocarnos que en el Magisterio de la Iglesia Católica (conjunto de documentos oficiales en los que se explicita el contenido de la doctrina católica) la preocupación ecológica nunca había sido abordada con tanta profundidad y frecuencia como en el pontificado de Karol Wojtyla. Desde el comienzo de su Pontificado las cuestiones relativas a la ecología y al medio ambiente, incluso con un llamativo golpe de efecto como es el de la declaración de San Francisco de Asís en 1979 como “patrono celestial de los ecologistas”; a la que más tarde seguiría la beatificación de la Kateri Tekakwitha, una indígena de la tribu de los Mohawks que vivió en norteamérica en la segunda mitad del siglo XVII y a la que también le dio el título de “patrona del medio ambiente y de la ecología”.
En cuanto al contenido doctrinal, ya su primera encíclica (El Redentor del hombre, 1979) se hace una llamada a ejercer una vigilancia responsable sobre el mundo creado frente a toda irracional explotación de los recursos naturales. Pero será en la encíclica sobre La preocupación social de la Iglesia de 1978 (sobre la doctrina social de la Iglesia) donde se articula –en la Parte IV- un discurso muy extenso y elaborado sobre el auténtico desarrollo humano, sus posibilidades y sus riesgos, criticando la sociedad de consumo y su agresiva competitividad que es incompatible con una ecología de rostro humano.
Sin embargo, a mi juicio, el texto mas valioso sobre la cuestión ambiental se encuentra en el mensaje que el Pontífice emitió con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Paz (el 1 de enero de 1990) titulado “Paz con Dios creador, paz con toda la creación”. En él se vincula estrecha y sólidamente la crisis ecológica y la falta de debido respeto a la naturaleza con un problema moral: urge fomentar una nueva solidaridad entre los países desarrollados y en vías de desarrollo, y debe revisarse seriamente el estilo de vida del hombre actual dominado por el consumismo.
Luego seguirían otros textos con explicitas referencias al medio ambiente: en el Capítulo 4º de la Encíclica Centesimus Annus de 1991; diversas llamadas en el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992 (por ejemplo, los números 337-354, 2401-2406, 2415-2418), en el Capítulo 10º del Compendio de la Doctrina Social del Iglesia de 2004 (titulado “Salvaguardar el medio ambiente”), en la Encíclica El Evangelio de la Vida de 1995, en la Carta “Al comienzo del nuevo milenio” de 2000, etc.
En mi opinión, el Papa Juan Pablo II –montañero, apasionado amante de la naturaleza- no pueda llamarse “ecologista” por el carácter reduccionista e ideológico de este término, pero sin duda sí que puede atribuirsele, con todo merecimiento, el título de “defensor de la vida”, ya que siempre aunaba la cuestión ecológica y la defensa de la naturaleza a la de la vida humana (la que denominada “ecología humana”).