Un ciclista y un sospechoso parecen ser la misma cosa. No sé cómo hemos llegado a este atolladero. Un poco de chauvinismo francés, un poco de implacable periodismo deportivo y ni rastro de presunción de inocencia. No sé qué oscuros intereses quieren que esto ocurra, pero el torrente sanguíneo baja crecido y desemboca presuntamente en la farmacia. Presuntamente es una palabra que usamos para tirar la piedra y esconder la mano. El caso es que el análisis de sangre de un ciclista es tan interpretable como un libreto. Y siempre acaba en tragedia griega.
Álvaro Ballesteros estuvo afilado y obtuvo una imagen editorializante. Hay un dedo que es como una espada de Damocles. Hay un fotógrafo que está atento.
y tramposa.