Muy cerca de Follente Bemil discurre el Umia. Lamazares pasaba por allí a menudo, en el autobús, camino de Caldas. Su traviesa mirada de fauno siempre se distraía en el topónimo. Justo al lado de Follente un Motel confirmaba, en cósmica coincidencia, las tórridas promesas que anuncia el nombre del lugar. De aquello nació una serie de piezas de un erotismo primitivo, lejanamente Picassiano. Muy cerca del Umia se gestó el Lamazares más carnal. Hoy el río baja teñido del Lamazares más paisajista. En el profundo gris del invierno Berlinés, se mezclaron los verdes que hoy bajan por el Umia. La brillante pátina que en la pintura es barniz, en el río es una bacteria. Al final la caprichosa bacteria se disolverá, pero la fotografía sirve entre otras cosas para esto, para apropiarnos de los verdes de Lamazares. El río nos los acerca y Capotillo nos los sirve.
Cojonudo, si señor.