La adrenalina se ocupa de ti. A veces no sabes ni qué diafragma estás usando. El encuadre sí, porque lo haces desde las entrañas, con tu músculo de componer. Ves las fotos antes de hacerlas: eres más rápido que la cámara. Luego, como quien ha salido de un trance, compruebas el resultado en la esclarecedora ventanita de la cámara. Te llaman del periódico y no puedes evitar engolar la voz para decir: tengo la foto. Más tarde buscas en internet y en las agencias lo que han hecho los demás; y si has estado mejor, entonces recuerdas por qué te gusta tanto este trabajo. Algo así debió pasarle a Santi M. Amil. Poco más o menos.
Y si no le pasó, merece que le pase. Sin duda