La Voz de Galicia
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Entrar en el estudio de un pintor es entrar dentro de un pintor. Al de Nóvoa se accede a través de una puerta de acero cortén que, como todo en la casa, desde los muebles a los tiradores de los cajones, lleva su sello. Las estancias de la vivienda están distribuidas a distintas alturas, eso que el arquitecto vienés Adolf Loos llamaba Raumplan. En el estudio dos grandes mesas contienen su secreto. No hay material de Bellas Artes al uso. Hay botes con colas organizadas según su densidad y pigmentos. Hay almagre. Pero sobre todo hay ceniza. La ceniza es para Nóvoa lo que el fieltro y la grasa para Beuys. A veces la materia se apodera de tu biografía. Aparece Nóvoa. Lleva un cuadro pintado en los pantalones. Esto revela dos cosas: que Nóvoa no presta atención a la etiqueta y que a sus noventa años, con varias operaciones en sus piernas, sigue pintando a diario. Que envidia.