Mi sastre dice que un armario ropero es tan elocuente como una biografía no autorizada. Todos los episodios de tu vida están contados con lana, lino o tweed. Tu prenda favorita, que es como tu segunda piel, lleva más que ninguna otra tu olor y sabe más de ti que ninguna otra. Tu traje oscuro (corriente, de confección y comprado en unos grandes almacenes) conoce los decesos de toda tu familia y todas tus dudas en las entrevistas de trabajo. Tu chándal aguarda en el segundo cajón, aterido y circunspecto, una oportunidad. En el primer cajón hay una caja de puros, que es como un cofre de los tesoros. Dentro hay fotos de familia y objetos pequeños e inútiles ligados a recuerdos, perchas de la memoria. Las revistas picantes suelen estar arriba, ocultas e inaccesibles. Tu ropero sabe que un día fuiste heavy pero que más tarde, por culpa de una chica, casi devienes en nuevo romántico.
El martes pasado Michael Volker Kopa (nótese que escribo su nombre con el boato con que escribiría el de otro grande: Francis Albert Sinatra) hizo esta foto de un incendio. Afortunadamente, la dueña del piso se repone de sus quemaduras leves cuando intentaba evitar la combustión de media vida. Se quemó todo, salvo el incorrupto interior del armario. La providencia puso a salvo el manuscrito de alguien.
Yo ahí veo también un cajón lleno de papeles y un rollo para las pelusas en la cómoda.
es para eso, para veas lo que tu quieras
…Y el orden que se aprecia en el interior del armario. Las vivencias y los sentimientos más íntimos son lo único que perdura y son irrefutables. Un tirano puede obligarte a doblar la rodilla ante él pero jamás conseguirá que le profeses devoción, de la misma manera que las llamas devoraron la estancia sin conseguir desordenar las prendas deliberadamente acomodadas según el manusrito personal de su dueña. Que se mejore.