Es difícil imaginar a Manolo Paz interpretando el célebre estándar compuesto por Rodgers & Hart, embutido en un trasnochado esmoquin a la manera de Sinatra. Es más probable que el título de la exposición aluda a la segunda luna llena: esa que escribe el caprichoso dictado de las mareas. Finalmente, comprendemos que la muestra toma el nombre de una de sus últimas piezas, realizada en granito azul de Bahía. En ella un círculo perfecto, pulido y horadado en la piedra, ejerce un influjo lunar e hipnótico sobre el espectador. Lo mete dentro.
Desechada la inquietante imagen de Manolo Paz convertido en crooner, hay algo en cambio que sí lo acerca al fraseo de Sinatra: esa forma delicada y extrañamente sofisticada con la que convierte la piedra en piel. Sin grandilocuencia. Con la serenidad de quien conoce los secretos de la materia y de quien entiende el espacio desde el instinto. Su dominio del espacio queda patente en Colmenas, obra de este mismo año. Aquí se revela como un insospechado geómetra, capaz de levantar estancias dentro de la más pura tradición del minimalismo americano. Como un Sol Lewitt agreste y áspero. Pero igualmente preciso. Las obras más construidas son un contrapunto para la obra en piedra, en la que prevalece el oscuro primitivismo que vive en nuestro interior. Un profundo sentimiento de tribu. Manolo es nuestro chamán y no hay nadie que haya visitado sus menhires que no se haya dejado traspasar por el sacralizado espacio que dibujan.
El trabajo de Manolo no necesita complejos circunloquios teóricos. Se construye con la determinación y la pureza de un artista liberado de la pompa y la afectación contemporáneas. Por eso las últimas piezas son tan buenas. Son sencillas, rotundas e inesperadas.
Hay que estar muy seguro para dejar que el material hable con claridad. Sin manosearlo en exceso. Sin estar excesivamente presente. Las últimas piezas son ventanas. La encerada superficie desvela paisajes dormidos en la piedra. Manolo los hace visibles descorriendo un velo que nos adentra en los océanos que se agitan en las vetas de una roca. Logrando una paradoja del material. Poesía sin artificio.