El arte contemporáneo es como un gran océano dominado por las mareas y las corrientes. Galeristas y críticos pescan siempre en los mismo caladeros. Hay muchos artistas varados en las playas. Pero hay otros, hermosos ejemplares, que se mueven en aguas solitarias. Xaquín Chaves y Uxío López llevan más de treinta años pintando sin descanso en la periferia de la periferia. Han logrado que Vilagarcía, el lugar donde trabajan, sea un escenario donde la actividad artística lo impregna todo. No solo eso, además han hecho algo que no muchos galeristas e instituciones hacen adecuadamente: han invitado al público. Para que el pintor no sea más que otro trabajador. Pero tampoco menos. Cuando en Vilagarcía te subes a un taxi, el que lleva el volante puede hablarte con la misma prestancia de la última obra Manolo Paz o de la penúltima travesura de Cristiano Ronaldo. Gracias a Uxío y a Chaves, y a otros como Conde, Chazo o Arenaz, el arte en Arousa es transversal y el elitismo se disuelve plácidamente en la barra de un furancho.
Estos días coinciden exposiciones de ambos: Uxío en el Pazo de Torrado de Cambados y Chaves en el Espacio de pintura Virxe da Cerca de Compostela.
La exposición de Uxío es una demostración de vigor pictórico.Uno de esos banquetes visuales a los que nos tiene acostumbrados. Todo su repertorio gestual está presente, con homenaje incluido a su admirado Cy Twomly. Cuando visitas su estudio te encuentras en un humeante campo de batalla, donde yacen las huellas de la trinchera: pigmento, látex, barnices y el fruto de muchas visitas a la ferretería, que otorgan al trabajo de Uxío esa pegada brutalista que a la vez y, paradójicamente, es extremadamente delicada. Nadie como él es capaz de maridar violencia con sensibilidad. Cada cuadro es una escaramuza, pero la victoria está cerca: una lectura más honda demuestra que ahora es capaz de embridar la mancha para ser más preciso, más limpio y de alguna forma, menos Uxío. Es una prerrogativa de los buenos pintores: salirse de la ruta que han trazado para buscar otros caminos que, inevitablemente, les devuelven a sí mismos. En algunas piezas como “Vinte poetas e dous pintores” está presente Uxío y lo que no es Uxío. Estas obras brillan especialmente.
Xaquín Chaves demuestra una vez más su inagotable variedad de registros. El papel es su válvula de escape. Es donde todo el rigor de su compromiso abstracto se da cita con la placentera sensualidad de la pintura “au plein air”. Cuando abandona la honda introspección para mirar por la ventana. Hay artistas que no abandonan la luz fluorescente de sus estudios, que no necesitan el afuera. En Chaves sigue latiendo esa pulsión primitiva, el anhelo rupestre con el que queremos hacer nuestras las primeras luces de la mañana o un corro de bimbieiras.