Pero no es suficiente. No importa que llegues muy alto si no es lo bastante profundo. Brian Ferry se paseaba descalzo, con un smoking blanco y un daiquiri en la mano, por el borde de una piscina llena de diletantes de picnic un sábado por la tarde. Pero un hilillo de voz le bastaba para engrandecer un standard. Seda británica frente a esparto valenciano. En términos de escultura, Ferry sería Anthony Caro, capaz de interpretar la materia sin aburridos virtuosismos y Francisco un maestro fallero, capaz de lograr una gran solidez en el cartón piedra. Mónica Irago logra devolverle a Francisco un poco de dignidad interpretando magistralmente la luz. Los píxeles quieren ser grano fotográfico. Tal es el anhelo químico. Mónica se entretiene además en los focos, que le aportan una peripecia geométrica con la que componer.Tanta magia casi coloca al agreste divo cerca de Julio Iglesias, el gran crooner patrio. Pero no, qué va. Julio es mucho Julio. Donde no llega su voz lo hacen sus manos y cuando su voz está a punto de quebrarse, lanza uno de sus tiernos aulliditos, plenos de dulce abandono latino. Y ahí, cuando es más débil, es más genial.
Tú si que eres genial…AYYYY ese bourbon prohibido…
Antes bebía cuatro rosas, ahora me sobran tres