Marcos Míguez se ocupa de la luz. Como un pintor. A veces, como en esta foto, es tenebrista como Ribera. A veces, es irónico y naturalista como Velázquez. Para lograr la piel de la pintura, necesita haber interiorizado todos los protocolos técnicos. Una cámara digital tiene la misma riqueza expresiva que una fotocopiadora. Si te descuidas te presta una imagen plana y sin matices. Pero Marcos se sobrepone a la torpeza digital y combina velocidad y diafragma (que, digan lo que digan los cursillistas, es de lo que va la cosa) para conseguir estas calidades. Las que distinguen a un maestro.
Qúe luz, si señor! Los bancos, a primera vista, parecen una escultura.
Besos
Ansel estaría orgulloso de ver que que hay quien piensa en su sistema de zonas.
Por cierto se echan de menos post mas a menudo.
Un saludo
Enhorabuena a Marcos, y un acierto el texto de Mejuto.
Bks 🙂