Después de toda una vida trabajando para tu País, por fin te nombran conselleiro y van y te obligan a subirte a un Citröen. En el garaje de tu casa dormita una berlina de alta gama pero tu tienes que embarcar todas las mañanas en un coche de corte generalista. Para hacer bonito y parecer austero. Yo creo que es casi tortura. Habría que elevar el caso a Amnistía Internacional. Salvemos al conselleiro del tacto grosero de la tapicería de un coche, que no es más que un utilitario con un poco de ambición. Hay razones humanitarias.
La foto es de Xoán A. Soler