Muchos cronistas deportivos de periódicos, que hoy compiten en desventaja con medios más inmediatos, como la radio, la televisión e Internet, intentan captar al lector enriqueciendo sus textos con ingredientes cuasi literarios, tratando de apasionar a la audiencia con relatos de tono épico con muchas figuras y metáforas.
El problema surge cuando esa sucesión de tropos efectistas está plagada de tópicos y expresiones incomprensibles para un lector no avezado en esa jerga. Las siguientes citas están tomadas de una sola crónica (las cursivas son nuestras): «La desconexión de CR y la turbulenta noche de Coentrão definieron a un Madrid que especuló más de la cuenta»; «Sin renglones para lo imprevisto, hubo que negociar con fórceps cada pase, cada jugada»; «En vivo, nadie del Madrid protestó [por] la jugada, cegados todos por la jungla existente en el área»; «El tanto alemán desenchufó [¿desconectó?] al Madrid»; «Descolgado Özil y con Alonso más dispuesto para el pico y la pala, el Madrid no tuvo hilo»; «Estrangulado el juego, el Madrid ni siquiera podía exhibir su distinguida pegada. Solo Benzema era capaz de remar, de sujetar la pelota y descargar el juego»; «… este Bayern, que desde que el fútbol tiene memoria siempre ha alistado a un delantero fajador de dos plantas». Cosas del «viril deporte del balón redondo», como decía un señero escribidor.
Esos castillos de cartas se derrumban a media construcción. O antes si exhiben además algún laísmo sancionable con penalti, como «la pegó [a la pelota]», o disparates del estilo de «El favoritismo se lo llevaron los McLaren y los Red Bull», cuando en la Q3 no hay favoritismo que valga, sino que los que logran la mejor clasificación adquieren la condición de favoritos para ganar la carrera del día siguiente.
Dice Karanka ante un próximo partido: «Vamos a ir a ganar y no a especular». Pues eso, que jueguen y ganen los futbolistas, que especulen los financieros, y los cronistas, a buscar un lenguaje atractivo sin ponerlo del revés.