Cuando el Gobierno presentó un ajuste presupuestario de 27.300 millones de euros, algunos medios de comunicación hablaron de «el mayor ajuste fiscal de la democracia». Lo cierto es que el conjunto del ajuste no es fiscal, sino presupuestario, pues consiste en una serie de medidas recogidas en los Presupuestos Generales del Estado que afectan a los gastos y a los ingresos.
El adjetivo presupuestario se aplica a lo relativo al presupuesto. Fiscal es lo que se refiere al fisco o a los impuestos. En español se está usando continuamente fiscal por presupuestario por influencia del inglés, idioma donde fiscal se aplica a lo relativo a la administración de las finanzas públicas, y más específicamente a los impuestos. En los documentos de la Unión Europea se traduce fiscal policy como ‘política presupuestaria’ y como ‘política fiscal’, según los casos, aunque también puede tener los sentidos de ‘política económica’ y de ‘política monetaria’. Y quien tiene que meter el concepto de presupuestario en el escaso espacio de un título de periódico siente la irresistible atracción de la brevedad de fiscal, a veces sin reparar en los daños colaterales que puede causar.
Un caso que ejemplifica el problema es el del Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria (Treaty on Stability, Coordination and Governance in the Economic and Monetary Union), que suele abreviarse en Pacto Presupuestario, pacte budgétaire en francés, cuya forma inglesa, Fiscal Compact, genera el espurio Pacto Fiscal.
Otros idiomas distinguen, como el español, entre presupuestario y fiscal. Así, política presupuestaria es politique budgétaire en francés y política orçamental en portugués, lenguas donde fiscal significa lo mismo que en español (redução fiscal o desagravamento fiscal, dégrèvement fiscal = desgravación fiscal). Incluso el inglés tiene un adjetivo más específico que fiscal con el significado de presupuestario, budgetary, pues allí los presupuestos del Estado son el budget.