Un columnista de La Voz titulaba recientemente un artículo «Debate déjà vu». Tomaba de la psicología el nombre en francés de un trastorno, déjà vu, que literalmente significa ‘ya visto’. Se trata de una alteración de la memoria por la que se cree recordar algo que en realidad se percibe por primera vez. Se calcula que siete de cada diez personas experimentan alguna vez en su vida un déjà vu. Esta locución adjetiva, que se usa también como nominal, se pronuncia [deyá vî], donde î representa un sonido intermedio entre /i/ y /u/.
El déjà vu es una paramnesia (del francés paramnésie). Aunque hay otras alteraciones de la memoria que son paramnesias, suele emplearse esta voz principalmente para el déjà vu.
Hay una tercera forma de nombrar este trastorno en español, la locución nominal ya visto, aunque es menos frecuente que las anteriores. De las tres posibles, el diccionario de la Academia solo recoge paramnesia.
Pero el uso se impone, y en otros idiomas sucede lo mismo que en español, prima el francés déjà vu, la exitosa expresión acuñada en 1876 por el francés Émile Boirac (1851-1917) en su libro L’avenir des sciences psychiques (El futuro de las ciencias psíquicas). Ocurre en inglés, alemán, italiano, portugués, catalán…
Del amplio uso del galicismo son prueba numerosas obras de creación que abordan el fenómeno y que incluso llegan a titularse Déjà vu. Es el caso de una canción donde Beyoncé, en una interpretación sumamente sensual, nos habla de una mujer que recuerda a un amante. O el de una película de Tony Scott interpretada por Denzel Washington y Val Kilmer.
En el lenguaje usual son ya mucho menos conocidos los nombres de los tipos de déjà vu (déjà vécu ‘ya vivido’; déjà senti ‘ya sentido’, y déjà visité ‘ya visitado’), así como jamais vu (‘nunca visto’) y presque vu (‘casi visto’).
Ya inmersos en el francés, podemos concluir que c’est la vie (‘así es la vida’), aunque corremos el riesgo de que quien lo escuche pronunciado [se la vi] se desconcierte y se pregunte qué visión se ha perdido.