Cobra fuerza la moda de los cigarrillos electrónicos, conocidos por algunos con los exóticos nombres de eCigarro, eCigarrillo, eCig… Son dispositivos con apariencia de pitillo con boquilla. En su interior, una resistencia calienta y convierte en vapor una solución que puede contener nicotina y otras sustancias. El usuario inhala y expele ese vapor al igual que el fumador aspira y espira el humo del tabaco.
El hecho de que lo que se consume no sea humo de tabaco mueve a algunas personas a evitar decir que los cigarrillos electrónicos se fuman. Así, como lo que se aspira no es humo, sino vapor, hay quien emplea un verbo nuevo, vapear. Sin necesidad de crear neologismos, tiene el español léxico suficiente para describir ese consumo de vapores. Convertir un líquido en vapor es vaporar, evaporar o vaporizar. Echar vaho o vapor es vahear. Los supera en el caso que nos ocupa vaporear, que significa tanto ‘convertir en vapor’ como ‘exhalar vapores’. Así, los amantes de los vocablos superespecializados pueden decir de quien utiliza un cigarrillo electrónico para consumir vapores que vaporea.
Vaporear se construye, además, como otros verbos derivados de un sustantivo terminado en -or, a los que se añade el sufijo -ear: rumorear, alborear, pastorear.
Llegados a este punto, cabe preguntarse si no nos la estaremos cogiendo con papel de fumar. Si al aparato del que se aspira lo llamamos cigarrillo electrónico, ¿por qué no decir de quien lo usa que fuma? No es tabaco, sino otra sustancia, y no genera humo, sino vapor, pero son sustitutivos de aquellos, y los fumadores los consumen para obtener resultados similares o para controlar los niveles de la nicotina que entra en su cuerpo.
Lo que se pierde, sin embargo, es el glamur tóxico que rezumaba la ya desaparecida Sara Montiel cuando, envuelta en volutas de humo espeso, cantaba aquello de «fumar es un placer genial, sensual… Dame el humo de tu boca. / Anda, que así me vuelvo loca». ¿Se la imaginan cantanto «Vaporear es un placer…»?