Un escritor que percibía en desahucio la presencia del prefijo des- preguntaba hace unos días por un hipotético ahucio. No existe tal sustantivo. Desahucio es la acción y el efecto de desahuciar. Desahuciar está formado por des- (que denota negación o inversión del significado del simple) y ahuciar. Este, a su vez, viene de afiuciar, evolución de afuciar (‘garantizar, afianzar, avalar’), descendiente del latín fiduciare (‘avalar’).
Ahuciar es un verbo ya en desuso que expresa la idea de ‘esperanzar o dar confianza’. La inversión de este significado es ‘quitar la esperanza’. Con él nació desahuciar, que Covarrubias definía como «desafiduciar, perder la esperanza de alguna cosa». Por entonces, el desahuciado era «el despedido de todo punto de su pretensión, y particularmente el enfermo de cuya salud desconfían los médicos».
Tres acepciones de desahuciar da el Diccionario. La primera, ‘Quitar a alguien toda esperanza de conseguir lo que desea’: «Ya quedo advertida […], pero agraviada de que seáis tan poco cortesano que a la primera noche me desahuciéis de que no volveréis a hablarme» (Alonso de Castillo Solórzano, Aventuras del Bachiller Trapaza, 1637). La segunda es, dicho de un médico, ‘Admitir que un enfermo no tiene posibilidad de curación’: «El señor Cardenal de Toledo ha estado desahuciado de perlesía» (Noticias de la Corte, 1659-1664). La tercera acepción es aquella con la que estos días aparece este verbo en las primeras páginas de los periódicos, ‘Desalojar a una persona de su casa’, aunque la definición académica parece redactada pensando solo en las viviendas de alquiler y no en las que son propiedad del desalojado: «Dicho de un dueño o de un arrendador: Despedir al inquilino o arrendatario mediante una acción legal».
Con el sentido de desalojar, comenzó a emplearse desahuciar aplicado al ganado, no a las personas. Las reses eran desahuciadas cuando vencía el arrendamiento de la dehesa donde pastaban. Decía la ley de la Mesta: «Para que los dueños de los ganados desahuciados lo averigüen…». A partir de finales del siglo XVIII, las personas recibieron en lo hablado el trato hasta entonces reservado a los animales. Y en ello se sigue.