Cuando se escribe, tiende a emplearse con profusión acortamientos de palabras, sin caer en la cuenta de las dificultades de muchos lectores para interpretarlos. Ello queda de manifiesto a diario en un anuncio en televisión donde se glosan las maravillas de un producto para la limpieza de váteres. «Hay una forma de tener tu uvecé limpio», lee, sin perder la compostura, la voz de fondo que intenta dar credibilidad al mensaje publicitario.
Seguramente el guionista del anuncio escribió WC, sigla del inglés water closet, que antaño campó con profusión y variedad caligráfica sobre las puertas de los lavabos de los bares. ¿Por qué se recurrió a esa forma importada, artificiosa y, por lo que se ve, para algunos ilegible, habiendo palabras en español que cumplen mejor la función de nombrar el para muchos innombrable aparato sanitario, como, por ejemplo, la finísima y delicadísima inodoro?
Días pasados fue posible escuchar en un boletín informativo de una cadena de radio de ámbito nacional a una locutora de exótico acento que daba cuenta del desarrollo de una manifestación convocada «por UGT y centrales obreras». El desconcierto nos espabiló el mustio magín hasta acabar concluyendo momentos después que los convocantes de la marcha eran UGT y CC.OO. No es la primera vez que esta abreviatura da disgustos a la central sindical liderada por el señor Toxo y a quienes la mentan. Recordarán los lectores la ocasión en que un periodista la nombró en un telediario como cecé oó, marcando un punto de inflexión en su carrera en la televisión pública.
Y es que algunos personajes que, violando nuestro sacrosanto derecho a la inviolabilidad del domicilio, se nos cuelan en casa a través de la pantalla plana parecen haber perdido el oremus un día sí y otro también. «Yo tengo una premisa y la llevo a cabo…», decía la semana pasada una seudoperiodista de una seudotelevisión. Su premisa no era una de las proposiciones de un silogismo, sino una máxima, una norma de conducta o una divisa, que es a lo que le sonaba premisa.