Las lecturas de los últimos días nos confirman la idea de que frecuentemente se modifica el sentido de lo que queremos decir a causa tan solo de la alteración del orden de los elementos de la oración o la sustitución de la palabra precisa por otra parecida.
Así, no es lo mismo lo que leemos en una crónica, «Enfrentamientos con muertos en Ucrania», donde hasta ahora nadie combatía con cadáveres, que «Muertos en enfrentamientos en Ucrania» o «Enfrentamientos mortales en Ucrania». Tampoco es lo mismo «La diputada socialista acumuló una llamada al orden» que «La diputada socialista recibió una llamada al orden», pues para acumularlas hacen falta gran número de llamadas al orden. Ni es lo mismo «De las 457 marcas que fueron al Fórum Gastronómico este año, la práctica unanimidad aseguró que repetiría» que «La práctica totalidad de las 457 marcas que acudieron este año al Fórum Gastronómico aseguraron que repetirán».
No es lo mismo «Sancionan con 2.000 euros al propietario de un edificio catalogado en peligro» que «Sancionan con una multa de 2.000 euros al propietario de un edificio catalogado que está en peligro». Ni es lo mismo «El fiscal pedirá 17 años a Urdangarin y 600.000 euros a la infanta Cristina» que «El fiscal pedirá 17 años de prisión para Urdangarin y una multa de 600.000 euros para la infanta Cristina».
No es lo mismo «La muerte por un disparo de un vecino de Olot» que «La muerte de un vecino de Olot por un disparo». Ni es lo mismo «Un día, antes de fallecer, encontré a Fulano en Madrid» que «Un día, pocas semanas [o un año, o seis meses] antes de su muerte, encontré a Fulano en Madrid».
Tampoco hubiera sido lo mismo que, en vez de «atravesar con éxito el cabo de Hornos», nuestro líder nos hubiese llevado por el canal de Panamá, donde la navegación es plácida hasta el aburrimiento. A estas horas también estaríamos navegando rumbo a los mares del Sur, el feliz destino que por lo visto nos aguarda, pero no nos habríamos dejado jirones de piel en el camino.