La victoria de Rafael Nadal en el Abierto de Estados Unidos ha dado a muchos cronistas la oportunidad de sacar las mejores figuras retóricas que guardaban en sus plumas. Comienzan a manifestarse en los títulos, donde reina la hipérbole: «Nadal es infinito», «Nadal es omnipotente», «Más animal que nunca», «El gran mordisco»…
Los elogios al tenista mallorquín no tienen límite. Hay quienes lo definen como «grácil poeta de afilada pluma» o «un superhéroe made in Spain». La descripción de su juego puede dar ideas a literatos atascados: « El mallorquín empieza dominando el duelo con su derecha paralela y lo acaba peleando con su cabeza, su corazón, con cada molécula de su cuerpo. Tira con todo»; «Mezcolanza de garra, pillería y clase, Nadal se mostró nuevamente como un auténtico extraterrestre».
Hay evocaciones del circo romano y las cacerías africanas: «Dos caníbales se acechan en la noche»; «Con Djokovic atrapado entre los dientes, Nadal zarandeó al tenista serbio en un arranque de cuarto set demoledor. El español había olido sangre y no iba a dejar pasar la ocasión de rematar a su presa»; «Djokovic recupera la desventaja y parece despedazarle de zarpazo en mordisco»; «Terribles animales. El rey de la selva, claro, hoy es Rafael Nadal, otra vez ganador en el US Open. Que hoy no es el uno en el ránking, pero sí conceptualmente después de este zarpazo».
Los recursos estilísticos son inagotables: «Los dos mejores tenistas del planeta dejan tiros antológicos, pero sobre todo escriben un poema al deseo, al hambre, al largo aliento»; «De su raqueta solo brotan malas noticias para el español, que no encuentra guarida en el servicio, reposo en el juego de fondo, ni fonda en la red»; «Nadal, en cualquier caso, es perro viejo. Sabe que la perfección no es eterna, que las musas son esquivas y traicioneras, que hasta el mejor pintor tiene que descansar de vez en cuando para luego seguir con su trabajo».
Es una pena que este tipo de escritura creativa no pase a la crónica política. Aliviaría al lector agobiado por la dureza de los tiempos y las pillerías de los hombres públicos.