El 27 de octubre se celebró el Día del Corrector de Textos, instituido por la Fundación Litterae, con sede en Buenos Aires, que eligió la fecha por ser el aniversario del nacimiento del humanista y filósofo Erasmo de Róterdam (1467-1536), que llegó a ocuparse de la revisión de textos en una imprenta de Venecia.
La prisa, el descuido y, reconozcámoslo, la ignorancia dejan en escritos de todo tipo su huella en forma de erratas y errores. Los correctores tipográficos y de estilo, que a finales de este mes celebrarán en Guadalajara (México) su segundo congreso internacional, son los profesionales llamados a combatirlos. Es el suyo un oficio al borde de la extinción, que pasa absolutamente inadvertido cuando mejor se ejerce. Sin embargo, su ausencia queda patente en campañas de publicidad, folletos y todo tipo de rótulos y carteles. En la retina de muchos marinos habrá quedado grabado el nombre de la última fragata entregada a la Armada rotulado en los laterales de la escalerilla, «Cristobal Colón», con una tilde inexplicablemente ausente de la ceremonia de hace unos días en el Arsenal ferrolano.
Pero son los medios de comunicación el campo donde con más ardor se combaten las leyes de la lengua. Una agencia de noticias celebró el ya mencionado Día del Corrector de Textos con un despacho de apenas treinta líneas donde informaba de que «Los estudiantes del exclusivo Magdalen College de la Universidad de Oxford se han revelado contra una nueva tasa de casi 200 euros» y de que la polémica surgía después de que la matrícula universitaria pasara «de 3.7345 euros a 11.200».
Erratas y errores se evitan poniendo cuidado al escribir; en caso de duda, consultando buenas fuentes; y adquiriendo una sólida formación. Esta puede encontrarse hasta en cierta universidad española en la cual hay que superar antes unas «pruevas de acceso», según el Gobierno autonómico.
En la errata y el error puede caer cualquiera, por lo que hay que ser humildes. No vaya a ocurrirnos lo que a aquel editor que, según se dice, cerró una obra con esta nota: «Este libro no contiene ninguna errita».