La Academia ha introducido en la versión del Diccionario que ofrece en Internet un artículo nuevo, avance de la próxima edición, dedicado a la voz tsunami, nombre de origen japonés de las olas gigantescas causadas por movimientos sísmicos o erupciones volcánicas submarinas. El sustantivo aparece escrito en cursiva, probablemente porque quien lo inscribe lo considera voz extranjera, aunque, a diferencia de otras foráneas que hay en el Diccionario, no se indica a qué idioma pertenece.
Ha tardado la Academia en hincar el diente a este sustantivo, pues ya Francisco Hernández-Pacheco escribía en 1927 en Geología fisiográfica sobre las «olas denominadas tsunamis, nombre japonés introducido en la ciencia». Desde entonces ha habido muchos tsunamis, que la RAE, alejada del mar, ha ignorado. Y el tiempo ha asentado el uso en español de una palabra con el grupo consonántico inicial ts-, inusual es nuestro idioma, pues solo aparece en voces tan exóticas como tse-tse (cierta mosca), tsonga (un pueblo africano) y tsuana (otro pueblo africano), ninguna de las cuales registra el DRAE. Sí está en el interior de palabras bendecidas como ortodoxas, trotskista y botsuano, y en plurales como robots, zigurats, hábitats o plácets.
La pronunciación del grupo inicial ts- no es cómoda ni natural en español. De hecho, en el habla espontánea es más frecuente pronunciar /sunámi/ que /tsunami/. A favor de mantener la t en la forma española están un uso asentado y el hecho de que esta sea una de esas palabras comunes a los idiomas más difundidos. Sin embargo, no es inusual el uso de sunami en español. La recoge el Diccionario del español actual, de Seco, y vemos cómo un académico la empleaba hace unos días en un artículo («en medio del sunami»). La propia Academia escribe sunami en la Ortografía (página 500).
Introducir en el Diccionario tsunami en cursiva parece una solución de las de ni arre ni so: ni lo privan de la t para adaptarlo, ni lo aceptan con ella como español. Pues en cursiva van a verlo poco fuera de aquella casa.