La Voz de Galicia
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kopa1.jpgMichael Volker Kopa fue mi maestro. Me enseñó el oficio. Porque esto de la foto de prensa, romanticismos aparte, es un oficio. Corría el año 93  (parezco un abuelete) y yo dejaba el snack bar donde trabajaba en Melide, en el que tenía que llevar una especie de corbatín truncado con una perlita de adorno, para hacer prácticas de fotografía en Vilagarcía. En aquella época lo hacíamos todo en blanco y negro. No como ahora que es todo digital y puedes volcar cien fotos en un par de minutos. No había turistas tropezando aturdidos con cámaras digitales separadas medio metro de sus ojos. Teníamos que revelar el negativo y copiar en papel las fotos que luego se escaneban. Naturalmente no se copiaban cien fotos sino una o dos. Nunca más de cinco. Había que seleccionar y por ahí empiezan los problemas para un fotógrafo inexperto o inseguro. Kopa, inflexible y bastante alemán, siempre me decía que el trabajo del fotógrafo no acaba en la toma de la foto sino en la selección final del trabajo. Me obligaba a elegir a mí. Me enseñó el oficio. Hoy Kopa demuestra una vez más sus grandes dotes para el retrato. Aunque el tema sea descarnado y bastante sangrante. Pero esa es otra historia.