A pesar de que sé que el botellón es un tema tabú que es mejor no tocar (con muchos detractores que, con razón, protestan por el ruido que les impide dormir) y con muchos defensores jóvenes dispuestos a razonar con cualquiera que es una forma única de relación social y un derecho propio, lo cierto es que, por una vez, me voy a introducir en terreno espinoso. La ocasión lo merece ya que no siempre un gallego exporta algo a un país entero a través de la red social Facebook. Me explico. Es posible que hace cosa de dos meses leyeseis que el fenómeno de beber alcohol en lugares públicos se había extendido por un país tan inapropiado para ello como es Suiza, donde la limpieza y el orden se presentan como auténticas señas de identidad. Pues bien, un grupo de jóvenes, liderados por el gallego Javier Martínez , lograron lo «imposible»: organizar dos botellones y tras el rechazo inicial, conseguir que el alcalde de Ginebra aceptase la iniciativa. Todo comenzó cuando este santiagués de 22 años (emigrante en Ginebra desde los 4) se propuso importar a su ciudad de adopción esa moda de la que él participa durante el verano en Galicia y que según asegura también anhelan muchos helvéticos: «Quise importar el botellón por razones que no tienen nada que ver con el alcohol. Para las autoridades ginebrinas, la juventud no es una prioridad. Nosotros no nos podemos divertir aquí porque nada está pensado para ello. Yo solo quise organizar un reencuentro entre jóvenes en un parque situado en el centro de Ginebra para pasar un momento agradable. Muchos suizos viajan a España todos lo veranos y conocen este fenómeno. Por esa razón esa palabra, ‘botellón’, consigue reunir tanta gente en un país como Suiza».
Para que ese botellón (pronunciado allí botéyon) se llevase a cabo Javier lanzó la idea en Facebook a pequeña escala. «En dos semanas todos los jóvenes de Ginebra habían escuchado cuándo era y, también, lo que era. Además, en tres semanas 900 personas ya formaban parte del grupo ‘botellón en Ginebra’ de Facebook».
La primera reunión tuvo lugar el 18 de julio. Las autoridades municipales se vieron ante un hecho consumado y, por ello, no pudieron hacer nada para evitar el primer botellón suizo que congregó a varios centenares de personas. El segundo tuvo lugar el 8 de agosto aunque, para este ocasión, sí reaccionaron a tiempo y lo prohibieron.
«Después de la primera fecha anunciada en Facebook, y de la que se hicieron eco los periódicos, el alcalde de Ginebra decidió cerrar el Parque des Bastions donde iba a tener lugar la reunión. Eso sí, envió un mensaje, vía prensa, asegurando que le gustaría conocer al organizador del evento. Contacté con el alcalde, nos vimos cuatro veces y, finalmente, accedió a que se organizase un segundo botellón. Solo me pidió que dispusiese de un grupo de 10 personas para controlar que todo fuese bien, que instase a la gente a tirar las botellas en la papelera y que pusiese una pancarta con los números de urgencias. El regidor se ocupó, por su parte, de poner a disposición nuestra 5 basuras de 2.000 litros de capacidad y 8 aseos, y de contactar con la policía para dar vueltas de vez en cuando por el parque, pero de manera discreta».
Sin entrar a valorar lo inocentes que parecerían en Galicia estas condiciones municipales, Javier finaliza el relato: «No hubo incidentes y, a partir de este evento, otros jóvenes organizaron botellones en otras ciudades suizas. Los políticos ginebrinos pudieron ver cómo la ciudad no está adaptada a la juventud y, como prueba de ello, está que el alcalde me pidió que lo proponga otros projectos interesantes que podrían realizarse en Ginebra».
El joven gallego no duda en ensalzar el poder social de la red social: «Todo lo que hice fue gracias a la ayuda de Facebook. Cumplí la condición de reunir una brigada de limpieza enviado un email a todos los miembros del grupo. Uno de los que me contestó también es gallego. Se llama Ángel Blanco y, después de este primer contacto, me ayudó a organizar el botellón».
En este invierno Javier no se sumará a más reuniones de este tipo. Y no porque no tenga ganas (esto es un añadido mío), o eso supongo. Simplemente, porque durante un periodo de siete meses permanecerá en Australia. Pregunta obligada. ¿Exportarás el botellón al país de los canguros? Respuesta con sorna de Javier: «Me gustaría importarlo pero el problema es que está prohibido beber en la calle».