Debido a que ya es viernes por la tarde y el «pre» fin de semana invita a temas más livianos, me he propuesto rendirle un homenaje a los adhesivos que dan nombre a mi blog. Para todo aquel a quien le saquen de más de un apuro, que sepa que a la persona a la que le tiene que dar las gracias por tamaño invento es Arthur Fry, un estadounidense que en el año 1974 y mientras intentaba leer unos salmos en una iglesia -que estaban marcados con papelillos- se dio cuenta que esa hazaña era imposible al estar cayendo las hojitas al suelo constantemente. Por ello, se decidió a recuperar un pegamento que había inventado un amigo suyo hace años y usar ese adhesivo para crear marcapáginas.
Para probarlo le entregó un libro a su jefe, en el que había introducido uno de sus separadores. Cuando se lo devolvió, el superior le había escrito algo encima de aquel primer prePost-it.
Treinta y cuatro años después, y con miles de adeptos por todo el planeta, una simple búsqueda en Google de la palabra Post-it nos reenvía a 30.000.000 referencias, un dato que no deja lugar a dudas de su popularidad. Además, y si alguno de sus fans se decide a rebuscar por la Red ideas originales relacionadas con el invento (no estoy aburrida), encontrará creaciones artísticas elaboradas a partir del mismo (y que se pueden localizar en Flickr)…
…o incluso vídeos sobre el mismo:
https://www.youtube.com/watch?v=qC_-Nx2CWR4
Para terminar este post post-it, me hago eco de una exposición que se puede visitar en Barcelona hasta finales de mayo y que, ¡cómo no! recibe el nombre de Post-it City: una muestra fotográfica sobre las distintas situaciones que se solapan en el espacio urbano y cuya relación con el papelito de quita y pon se aclara así: son metáforas de aquellos comportamientos sociales marginales e improvisados que poseen un carácter ocasional, que se desplazan, evolucionan, desaparecen…sin dejar rastro… como un post-it.
Para tu historia de los posts:
Hace más de una década, Caixa Galicia hizo una tremenda campaña publicitaria sobre «El poder amarillo» (se trataba de una tarjeta de pago o de crédito con la que acumulabas puntos). Se hizo muy popular porque estaba bien diseñada, en todas partes y duró tiempo. En esos momentos comenzaron a popularizarse los post-it y las empresas empezaron a ponerlos a disposición de sus empleados como un material más de trabajo.
La conclusión es que en muchos centro de trabajo de A Coruña se identificaron unos y otra. «Pásame el poder amarillo», se decía.
En fin, eso, temas livianos de fin de semana con cambio horario.
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