Mucha gente todavía necesita la relación vendedor-cliente, la charla, el contacto visual y la conversación agradable en sus compras; sin embargo, todos los que están encontrando un mundo paralelo en las redes sociales, en sus sitios web favoritos y mantienen una relación pasional con sus teléfonos móviles conectados no necesitan hablar con un dependiente que les diga lo que necesitan, ellos lo tienen claro.
Muchos de los clientes tenemos la necesidad de tocar los productos y verificar que son realmente lo que queremos que sean, o como mínimo que coincidan con nuestras expectativas. Las sensaciones que se producen ante una zapatería son quizá de las más tangibles desde el momento mismo en que te acercas a la ubicación de la misma.
Da igual lo que haya alrededor de una zapatería, sus escaparates siempre llaman la atención por encima de los demás establecimientos. Están muy cuidados, muestran todo el producto posible, disponen de una organización perfecta (sea la que sea es perfecta) y ofrecen esa variedad de estilos, colores, calidades y precios que te hace sentir bien, cómodo, relajado mientras observas, seleccionas, filtras y todo sin que nadie te presione, estás todavía fuera de la tienda, estás a salvo contigo mismo.
Luego pasas al interior, sus mobiliarios están pensados para que focalices tu atención en el proceso de prueba. Pides el producto que has preseleccionado en la fase anterior y llega el momento en el que todo el mundo se ve más tensionado durante la compra de unos zapatos: sacar sus propios zapatos y mostrar sus calcetines, medias o lo que quiera que lleve, o no lleve puesto. Ya no estás solo, estás ante un dependiente que te observa y siempre tienes la duda sobre la resistencia de tus calcetines, si presentarán mal aspecto o incluso algún agujero traicionero de última hora; tienes que hacerlo rápido y por eso preparas el modelo que has solicitado en todo lo posible para que el tiempo entre que sacas tu zapato y la colocación del candidato sea de récord mundial. Desatas tus cordones, abres la cremallera, desenganchas la hebilla y preparas la salida del pie, mientras realizas el ritual de preparación también en el nuevo modelo elegido y de repente, sí, lo tienes puesto y todo está bien. Te sientes cómodo de nuevo. Ahora solo queda pasar por el trance de la decisión de si el dedo gordo de tu pie está exactamente en el lugar en el que tiene que estar. Es un lugar que no aparece en los mapas de geografía zapateril, un sitio que está un poco más atrás de destrozar tu uña contra la punta del zapato, pero no tan atrás como para que con el uso se acabe doblando la puntera hasta simular las pantuflas de los payasos de la tele. Es un momento difícil.
Te ves bien, te miras en esos espejos tan raros que son espejos para ver tus pies y solo parte de tu pierna hasta la rodilla, nunca te miras esa parte de tu cuerpo en el espejo de tu casa, solo lo haces en la zapatería. Y haces movimientos que jamás volverás a realizar con esos zapatos, pisas de formas tan extrañas que rozan el esguince y la ortoflexión de las falanges, buscando una resistencia del calzado digna de un acorazado militar. El proceso está llegando a su fin y estás muy bien, tienes zapatos nuevos elegidos, ahora ya sacar el nuevo zapato es coser y cantar porque en el paso inverso ya has verificado que no hay tomates, ni bolitas y colores extaños en tus calcetines, así que todo va sobre ruedas.
Y si bien no te preocupa demasiado que el dependiente te haga la pregunta que nunca sabes si es del todo sincera: ¿Quieres la caja?, se abre un nuevo dilema ante ti, que no sabes si te lo pregunta porque si no la quieres tú se la queda él, seguro, o quizá es que quiere que te la lleves tú para así evitar tener que ir y tirar decenas de cajas a la basura. Ahí, en esa pregunta, siempre hay algo más. Decides que te la llevas, que si estás pagando, la caja, los papeles esos que vienen dentro de los zapatos y las varillas plásticas que los mantienen tensados, «para algo valdrán». Nunca valen para nada.
Luego vas a pagar, y este es el microproceso que me ha llevado a escribir todo lo que estás leyendo. Cuando pagas unos zapatos desde hace unos años piensas en el salto de precios que han pegado y te faltan años, esos cinco años en los que deberían de haber ido subiendo un 10% para alcanzar el 50 o 60% por encima de los precios que tú recuerdas. Y te sientes mal, sabes que esos zapatos no pueden valer tanto y que alguien tiene que estar ganando mucho dinero con ese par de zapatos. Y piensas que quizá los haya más baratos en otro sitio.
Y ese sitio es Amazon, en Amazon tienes los zapatos que de forma gratuita te has probado en la zapatería de tu pueblo con todas esas sensaciones que has ido recordando hace unas líneas. Los tienes de todos los colores, de todas las tallas, incluso de la talla que ya has probado en tus propios pies y son más baratos. Y está pasando, que los clientes van a la zapatería, prueban los zapatos, se fijan muy bien en el modelo, la marca, el color y la talla y corren raudos a sus teléfonos inteligentes para consultar si en Amazon están más baratos. No hay fidelidad con el zapatero de turno.
El caso de la zapatería es solo uno de tantos en los que las cosas están cambiando. En el mundo tecnológico, en dispositivos móviles, en ordenadores o en juguetería está pasando exactamente lo mismo. Los procesos se repiten en las tiendas físicas donde nos acercamos a tocar el producto, donde tomamos la referencia del mismo con el objetivo de realizar una compra en un sitio de Internet como Amazon donde los precios están más ajustados para nuestros bolsillos. Y nos sentimos muy bien, porque la ética que internamente hemos puesto en duda en algún momento durante la visita a la tienda de turno la podemos justificar de un plumazo con el precio que hemos conseguido y la comparativa con el que nos querían «clavar». Ese es el mecanismo que nuestro cerebro sigue en todo este asunto de las compras y está cambiando las cosas.
Solo si las tiendas físicas consiguiesen que fueses un cliente fiel y te convenciesen de que hay algo más por lo que estás pagando podrían imaginar un futuro en el que los sitios online no se los zampasen; y estimados y estimadas, no estoy muy seguro de si esto lo vamos a ver algún día nosotros o nuestros hijos.
Saludos
David Serantes
Jajaja, muy muy bueno
@tterressa, gracias! A que has pensado en alguna zapatería de tu pueblo? 😉
Buen domingo
David Serantes
Más razón que un santo
Imagina una tienda de Amazon en tu barrio. Quizá la abran cuando hayan conseguido cerrar las tradicionales.
Saludos
David Serantes
@Serantes, Es imposible que Amazon pueda tener tiendas fisicas con stock de todo lo que vende, especialmente si tenemos en cuenta que en muchas cosas representa a otras tiendas online, en algunos casos internacionales.
@Kullman, tienes toda la razón, era un echar a volar la imaginación, pensando en que llevarán al cierre a muchas de las empresas pequeñas junto a la época de crisis en que nos hemos metido.
Saludos
David Serantes
@Kullman, no solo es que sea imposible (que también).
La pregunta es … ¿para qué? … si eso ya los tienen otros (e.g. Mediamarkt, Worten, …) y se los están comiendo también. Son más gastos para perder una ventaja competitiva.
EMHO :-).
@Frames:
sé que hoy en día es imposible, pero en mi cabeza sigo imaginando que acabarán con algunas tiendas locales, incluso con las cadenas como las que comentas y entonces quizá quieran también ofrecer la experiencia que estas ofrecían al usuario.
Hoy en día, completamente de acuerdo que no tiene sentido. Gracias por la opinión!
David Serantes
Genial, de lo mejor que he leído últimamente.
Es muy triste que estemos aniquilando al pequeño comercio de una forma tan rastrera, algunos lo llamarán progreso, pero tirando del hilo de ese pequeño gesto que es comprar a través de la app de un teléfono (nada más salir de la tienda) podemos ver caer un castillo de naipes que probablemente nos afectará a todos a la larga en forma de paro y falta de oportunidades, no quisiera parecer de la SGAE (ni tanto ni tan calvo), pero habría que buscar un mecanismo para evitar que estas pequeñas tiendas donde probablemente estén los últimos grandes profesionales del comercio (¿has ido últimamente por algún gran almacén a probar la atención al cliente y la pericia de sus trabajadores? Las nuevas generaciones empiezan a dar miedo, por muy guapas que sean las personas).
¿Por qué el señor Amazon puede vender más barato y pagar unos impuestos irrisorios y el pobre autónomo de barrio tiene que clavarnos para que los vampiros de distintos organismos le chipen hasta el tuétano?
Es todo muy injusto y todos somos culpables, yo el primero, que también compro en Amazon… (Zapatos todavía no, pero todo se andará).
Perdonad el ladrillo, me he venido arriba en casa ajena…
@Tito, No es ningún ladrillo y no te imaginas lo que se agradece ver que algunos retomáis el buen hábito de los comentarios. No hay nada más agradecido que un blog en el que los autores dan y los lectores dan tanto que se convierten en autores a través de los comentarios. Eso me da la vida, de verdad.
Amazon ha sido acusado desde hace años, con toda la razón, de practicar el dumping: vender por debajo del coste, perdiendo dinero, con el objetivo de acabar con la competencia y hacerse con el mercado local.
Eso por supuesto lleva asociadas las consecuencias que dibujas en tu comentario, nefastas para los empresarios y trabajadores, mientras que se defienden de las acusaciones basándose en los beneficios que estos precios suponen para los usuarios finales. Realmente complicado todo el tema, pero muy interesante para debatir animadamente.
Un fuerte abrazo
David Serantes
Bueno, el ejemplo no es de lo más acertado, en mi opinión. Si describieras la compra de un producto tecnológico, cuya adquisición normalmente pasa solamente por la comparación de características y funcionalidad, te compraría el argumento (si se cumpliera, que resulta que aquí no). Pero poner como ejemplo una zapatería … Discúlpame, pero tener el precio como único argumento para sostener la historia al completo me parece ridículo.
¿De verdad no te das cuenta de por qué tienes que pagar más en una tienda física que en Amazon? Pues léete este post:
https://blogs.lavozdegalicia.es/serantes/?p=14864
Te lo explica muy clarito: porque te dejan probarte las cosas antes de llevártelas, puedes elegir de entre un stock que puedes ver, comparar, palpar, comprobar que te sientan tan bien como te habías imaginado … cosa que en Amazon sólo puedes hacer a ciegas.
Saludos.
@dCrypt, muchas gracias por escribir tu opinión. Tienes razón seguro en que hay mejores analogías, solo he elegido una muy personal, que he realizado en alguna ocasión y me ha hecho reflexionar.
Por cierto, el artículo que pones en el enlace es este sobre el que estamos comentando, me has descolocado con eso :-S
Muchas gracias por comentar.
Saludos
David Serantes
@Serantes,
😉 Fue deliberado. Supongo que no funcionó la ironía, básicamente porque he releído el artículo y creo que inicialmente saqué conclusiones algo diferentes que en segunda lectura.
Independientemente del «dumping» de Amazon, que podría ser un caso muy concreto, existen otras webs de calzado que, curiosamente, tienen unos precios muy bajos comparados con los precios del mercado. Lo conozco porque hace poco tuve una experiencia personal con unas botas de caballero. No tengo ni los datos ni la capacidad de analizar la ventaja en precio, pero podríamos pensar que se tratara de razones estructurales (contratación, alquileres, costes fijos, etc), porque además te dejan probarte el género y devolverlo de forma gratuita, sin costear el coste de la devolución, si no te gustan o te equivocaste en la talla.
Yo mismo elegí ir a una tienda física, por el trastorno de la situación si no aciertas a la primera o el producto «en vivo» es muy diferente que en la foto: ir a Correos también cuesta dinero y tiempo. Me pareció «poco ético» ir a probarme el producto a una tienda y, simplemente, aprovecharme de los servicios por los que precisamente sale más a cuenta comprar calzado on-line. Pero también es mi opinión personal. Aprovecharse también es parte del juego, y que yo sepa no es ilegal.
Saludos.
Hola
Hará un año más o menos leí una noticia curiosa. Indicaba que el algunas tiendas de EEUU te cobraban una cantidad por probar un cacharro, vamos a poner por ejemplo 15 dólares. Si posteriormente acababas comprándolo te lo descontaban del precio final.
Eso conlleva 2 ventajas :
1) quien esté dispuesto a pagar por ver tiene un interés, por tanto el dependiente puede dedicarte un tiempo pues parte de su retribución es una comisión por venta. Y si no compras le repercute también parte de esos 15 dólares.
2) No anda trasteando-toqueteando todo el mundo sobre los aparatos de muestra. Estos duran más, posiblemente con una unidad sea suficiente.
En cualquier caso he de reconocer que la antiguos canales de distribución están saltando por los aires. Hoy se es capaz de traer desde China por correo ordinario en 12 días y desde Alemania-Inglaterra en 4-5. Yo acabo de comprar un Tablet Windows que por DHL desde la China más profunda a mi casa a tardado exactamente 4 días y con el Tracking avisandome por Mail donde estaba el bulto en cada momento.
En fin un lio. El comercio tradicional o se une y forma Cadenas de Distribución o se va a la Real Mierda.
Sds