La Voz de Galicia
Serantes
Tecnología y productividad en movilidad
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Hace unos días, durante el festival de cine interactivo de South by Southwest  (SXSW), la actriz biónica Angel Giuffria tuvo un problema. Lo contó a través de su cuenta de Twitter y rápidamente se hizo viral. En realidad lo que contó fue cómo su brazo robótico se quedaba sin batería antes de que pudiese llegar a un enchufe libre de los existentes en la mesa redonda a la que había sido invitada. No parece que esto sea ningún problema grave y es muy probable que Angel haya pululado por ahí con su brazo sin batería en ocasiones anteriores, pero hay algo más.

Resulta que tanto en su tuit como en las noticias que recogieron su desventura lo que destaca es que ninguna de las personas que estaban haciendo uso de los enchufes para cargar sus dispositivos móviles decidió que la recarga de un brazo útil para una persona era más importante que la recuperación de la batería de sus propios equipos. Y esto es muy importante.

No debemos perder ninguna oportunidad de identificar este tipo de comportamientos. Son el resultado de una decisión, de una elección personal y en todos los casos viene precedida esta de unos antecedentes que la caracterizan. En algún momento de la toma de decisiones, estas personas que estaban escuchando en la sala, mientras sus dispositivos cargaban tranquilamente, sopesaron las consecuencias de dejarle el enchufe a Mrs. Giuffria, parece evidente. Si ella cargaba su brazo, algo vital para hacer movimientos, agarrar objetos, llevarse un vaso a la boca o sostener un objeto, ellos dejarían de tener disponible la batería de su dispositivo, con el que podrían estar atentos a sus notificaciones, tuitear sobre el evento, escribir algo en su aplicación de mensajería instantánea favorita o incluso hacer una llamada, algo tan anticuado como eso.

El miedo a las consecuencias de las decisiones elegidas actúa de forma inconsciente sobre la toma de decisiones conscientes de las personas. Y nos estamos deshumanizando a la hora de esta toma de decisiones. No pensamos en los demás, aumentamos nuestra dosis de ego y finalmente hacemos cosas que suenan totalmente ridículas, como no dejarle el enchufe a una persona que realmente lo necesita para algo que parece realmente esencial: Mover su brazo y su mano.

¿Soy el único al que le preocupa lo que están haciendo nuestros dispositivos móviles con nuestro cerebro? Estamos permitiendo que se conviertan en una extensión de nosotros, eso no es quizá demasiado dramático; lo que más me intranquiliza es que la versión que ofrecen de nosotros no es la que realmente nos gustaría ofrecer en la mayor parte de las situaciones. Socialmente acabaremos aceptando que en una mesa de un restaurante dos enamorados , compartan su cena íntima con su grupo de amigos al otro lado de su Facebook messenger mientras se cuentan con los dedos de una mano, biónica o no, las veces que se miran a los ojos. En realidad esto es un desastre.

No somos capaces de manejar las situaciones críticas en las que lo primero sería ayudar a los demás y más tarde encontrar el momento para tomar una fotografía o un vídeo. Son ya varios los casos que he visto en las última semanas en los que alguien graba una situación tan grave como una colisión múltiple por niebla en una carretera en lugar de hacer lo humanamente posible por proteger a los que están llegando a ese lugar o avisar a alguien que pueda actuar de una forma adecuada. El resultado: decenas de coches chocando contra los ya accidentados, amasijos de hierro, sonidos escalofriantes y la eterna duda de cuántas personas habrán quedado atrapadas y dañadas en esa situación. ¿Podría haber hecho algo más el camarógrafo para evitar que la cosa fuese a más? Probablemente sí.

Se trata de pensar sobre la decisión que tomamos y la consecuencia que tendrá. Si la decisión está relacionada con nuestros dispositivos móviles, por favor pensad en la consecuencia y tan solo brevemente sobre la motivación de nuestra decisión. Si es egoísta, si tiene que ver con la dependencia del terminal, con el pavor a no poder acceder a nuestra información o a alguna app determinada, creedme, la decisión será errónea. No está mal equivocarse, claro que no, se puede llegar a aprender algo de las equivocaciones, pero si puedes evitar equivocarte porque han sopesado previamente las consecuencias, seguro que aprenderás mucho más.

Si en el evento al que acudía nuestra Cyborg-actriz alguna de las personas hubiese pensado en lo que suponía ceder el enchufe para la carga del brazo motorizado ¿Se habrían negado a ceder su enchufe? Quizá nadie llegó a pensar en las consecuencias.