La Voz de Galicia

La columna en el último número de Nuestro Tiempo. Empieza así:

Algún día se escribirá esa historia: la de cómo las ideologías dominantes forzaron la ciencia del siglo xx y, esperemos que solo en parte, la del siglo xxi. Mientras no se haga, seguirá hablándose del antagonismo entre razón y fe, entre religión y progreso, con descuido de la más estridente evidencia: que el progreso científico y humano se ha dado y sigue dándose (piénsese, por ejemplo, en los derechos de las mujeres) en los países de cultura cristiana. Entre tanto, mientras nadie explique, por ejemplo, cómo las revistas científicas rechazan papers que no están de acuerdo con lo políticamente correcto, se mantendrá la falsa oposición. Basta recordar la historia truculenta de las células madre embrionarias, de las manifestaciones delante de los parlamentos con enfermos en sillas de ruedas y alaridos contra la Iglesia Católica: resulta que no había nada detrás de esa investigación, salvo falsas esperanzas y, quizá, un recurso para deshacerse de los cientos de miles de embriones congelados, sobrantes de fecundaciones in vitro a menudo fallidas, y cuyo almacenamiento resulta carísimo. O los estudios sobre los efectos psicológicos del aborto intencionado que nadie quiso publicar durante años. No es la Iglesia quien se opone a la ciencia y la censura para ahormarla a conceptos previos simplificados, irracionales y falsos.

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