La Voz de Galicia

Ya se sabe que en Internet abundan las noticias inseguras, por no llamarlas falsas. Por eso la red carece de la credibilidad de otros soportes noticiosos y la gente tiende a refugiarse en las marcas convencionales, las ediciones digitales de los periódicos, que garantizan un mínimo de seriedad. En la red proliferan, por ejemplo, confidenciales y blogs supuestamente informativos que, con excepciones, se leen poco y a los que se cree aun menos. Salvo en un caso que da que pensar: el de los confidenciales y blogs que se presentan como expertos en el mundo del periodismo. Hay más cada día y, en contra de lo que ocurre con los otros, son seguidos y creídos, pese a que sus destinarios, teóricamente, responden al perfil más incrédulo de occidente: nosotros, los periodistas.
Por raro que parezca, muchos de esos confidenciales y blogs publican abundante información completamente falsa. El tiempo termina demostrándolo, pero que recuerde, ninguno rectifica jamás ni nadie se lo echa en cara, pese a que su audiencia, insisto, está compuesta sobre todo por periodistas. Se saltan de manera habitual las reglas de esta profesión y hacen papiroflexia con su deontología: calumnias sobre comportamientos personales, rumores sin fundamento que llevan el nerviosismo a cientos o miles de familias, datos y cifras escuchados en tabernas y mal memorizados envueltos en una prosa moralizante y de autoridad impostada.
Esta descripción también sirve a veces para los medios convencionales, pero solo a veces, porque los lectores terminarían por no comprarlos. Algo falla en la educación de los periodistas –y me siento responsable– si nos hemos vuelto más crédulos que nuestros propios lectores.