La Voz de Galicia

Quizá a muchos el nombre de Malcolm Muggeridge no les suene de nada. Fue un escritor y periodista británico, agnóstico, de larga y azarosa vida que, después de muchas aventuras, se hizo cristiano y ya a los 79 años, se convirtió al catolicismo. La noticia cayó entonces como una bomba. El caso es que el día de Reyes recordé una frase suya muy ingeniosa: «He pensado a menudo —decía— que si hubiera sido periodista en Tierra Santa en la época de Nuestro Señor, hubiera empleado la mayor parte de mi tiempo investigando qué pasaba en la corte de Herodes. Hubiera estado deseando que Salomé me firmara un contrato en exclusiva  de sus memorias e intentando descubrir qué tramaba Pilatos y… me hubiera perdido completamente el acontecimiento más importante que jamás haya sucedido» (soy consciente de que la traducción es demasiado literal, pero la prefiero así).

La verdad es que, bueno, hasta los Reyes Magos pasaron antes por el palacio de Herodes, así que no hubiera sido tan mala idea estar pendiente, como periodista, de lo que ocurría allí. Es cierto que saber en qué andaba Pilatos no le ayudaría gran cosa, pero el seguimiento de Salomé le llevaría necesariamente a Juan el Bautista y, como consecuencia, a Jesús.

También parece poco probable que un hombre como aquel, que atraía a las multitudes, pudiera transitar inadvertido para un reportero. Pero con todo, la frase de Malcolm Muggeridge siempre me hace pensar que ninguno hubiera sido capaz de discernir el vuelco histórico que significó la predicación del Galileo, ajeno a los manejos de los ámbitos del poder político, social o religioso, donde los periodistas buscamos habitualmente la noticia.

Por eso, en este comienzo de año cargado de malos augurios, me llena de esperanza pensar que la buena nueva está, aunque nadie la publique.