Estos días fuera han ido apilando sobre mi mesa mucha prensa sin leer. Doy cuenta de aquellos artículos o columnas que más me han interesado:
-«Elogio y elegía de un profesor», de Olegario González de Cardedal. Dice, por ejemplo:
«¿Qué ha ido segregando el sistema que tras esos decenios sufre un desangramiento interno, convirtiéndolo en el primer problema de nuestra sociedad? Problema porque se ha quebrado la ilusión de muchísimos profesores que habiendo ido a la enseñanza con una admirable generosidad y entrega para formar personas, tras largos años de ejercicio han ido viendo desaparecer su gozosa implantación en la aulas, sustituida primero por la distancia, luego por la incomodidad, finalmente por el temor y el miedo. La formación en cualquiera de los órdenes que acontezca se basa en el régimen de confianza, de audiencia y obediencia como primer paso; nunca de sospecha. El viejo lema («Addiscentem oportet credere»: «el que aprende necesita otorgar crédito al que enseña»), ha sido sustituido en muchos casos por la distancia crítica de los alumnos, de los padres y de las asociaciones, que reclaman, denuncian y convierten al profesor en un presunto culpable. Del crédito otorgado antes al profesor frente a lo que el hijo dijere, hoy los padres otorgan crédito incondicional al hijo, convirtiendo automáticamente al profesor en reo. ¡Es otro aspecto de aquella «religión de los hijos», que con tanta lucidez y finura describió en su día L. Mateo Díez, y que erige las pretensiones de cierta adolescencia y juventud en norma de comportamiento, soberana frente a cualesquiera otros valores y actitudes! Sin apoyo y confianza de padres y autoridades ministeriales, los profesores se sienten solos e indefensos. Se repliegan a mínimos, piden permisos para otras actividades, reciben bajas por depresión, anticipan jubilaciones y en cuanto pueden se marchan.
La sociedad española está ante el mayor desafío para su futuro: ¿qué valores, esperanzas e ilusiones, quiere trasmitir a las nuevas generaciones? Ahora no educan principalmente las familias ni los colegios, ni la escuela ni la Iglesia, que siempre fueron educadores personales, identificados y responsables de lo que transmitían. Hoy educa la sociedad desde el anonimato de informaciones, productos, ofertas, promesas. La calle, la noche, la música, la televisión ponen a los sujetos ante un mundo virtual que cada vez los distancia más y los hace más incapaces para vérselas con el mundo real, el único que existe con el dolor y el amor, la verdad y la muerte, el pan y el prójimo. Ahora existe una sima abierta entre dos mundos: lo que la sociedad privilegia y premia, y lo que las instituciones intentan enseñar. Lo público vigente contradice lo enunciado como verdadero, valioso y digno en la escuela. Y al final la escuela deja de enseñarlo y se imponen vigencias anónimas y fuerzas competitivas, al margen de la persona, su dignidad y principios. En tal situación es inhumano que haya que proponer la vocación educativa para héroes o quede sólo como un medio de vida, y no de ilusión al mismo tiempo.
Estamos obligados a un triple pacto: pacto social (que permita la existencia y funcionamiento de una red de instituciones educativas que provean a la educación de todos en la igualdad de derechos y en la diversidad de proyectos); pacto moral (que saque a la sociedad, grupos e instituciones de la irresponsabilidad en que viven para implicarse en los principios, valores e ideales de los que quiere vivir y no los deje en manos anónimas); pacto político ( que la educación deje de ser lanza arrojadiza o arado para sembrar semillas exclusivas de un partidos y no propuestas generales socialmente aceptables)».
(el artículo completo ya no se puede ver en la web del ABC, pero sí en algunas webs que lo han copiado, esta, por ejemplo. También me gustaría recomendar las dos terceras de José María Areilza sobre las elecciones americanas, pero por la misma razón no puedo enlazarlas)
-«El mayor déficit de España no es ni público ni exterior«, de S. McCoy, sobre el mismo asunto: la educación.
-El artículo de Leopoldo Abadía de hoy: «Pep y Pepe»
-Y la columna de Mariluz Ferreiro, maravillosa, titulada «El tiempo«
Está bien el artículo aunque no lo comparto en su totalidad.
En cuanto al análisis o diagnóstico de la situación, me parece acertado.
En cuanto a la atribución de culpas, me parece erróneo. Las teorías pedagógicas de base rusoniana (o como se escriba) campan a sus anchas por culpa de los mismos profesores que ahora se quejan de los alumnos y las familias. Fueron ellos, y no las familias, los que mandaron al sistema educativo al retrete, tiraron de la cadena y cerraron la puerta. Y ahora se quejan.
En cuanto a las propuestas que realiza tampoco estoy muy de acuerdo. Priermo el autor se lamenta de que sea la sociedad la que eduque a los niños y luego propugna un pacto social. Me parece un tanto paradójico. ¿Acaso la sociedad va a pactar que no sea la sociedad la que eduque? ¿El pacto social es entre la sociedad y….quién más? ¿Entre la sociedad y los marcianos?
El otro pacto, un pacto moral, me parece un brindis al sol. Además, «un pacto moral que saque a las instituciones de la irresponsabilidad», bueno…por favor. A quien hay que sacar de la irresponsabilidad es a los individuos y las instituciones no tienen moral. ¿Por qué les atribuimos cualidades personales a los entes abstractos?
No hace falta un pacto social ni nada por el estilo. Sería suficiente con que el Estado dejase en paz a las familias. O por lo menos, que las dejase un poco en paz. Porque ahora mismo tienes que pedirle permiso a la Administración para poder llevar a tus hijos al colegio. Una situación lamentable.
En definitiva, el artículo me parece un poco anacrónico.
De aquellos polvos, estos lodos…Lo que dice Maikel me parece bastante acertado. Toda la pedagogía de los años 70 partía de una base roussoniana (lo sé porque la sufrí) y no oías hablar de otra persona más que de Piaget, como si antes de él no hubiese nada. Para mí el Pedagogo de verdad fue Sócrates. También Jesús de Nazaret, que predicaba con el ejemplo. O el mismo San Ignacio. Estos modernillos reformularon y mal interpretaron teorías muy antiguas. No me fío nada de pedagogos, sociólogos y psicólogos, que vienen a ser «charlatanes con Armani» en los que delegamos la educación de nuestros hijos.
Salimos de una dictadura y nos creímos que todo lo que habíamos hererado de ella ella una basura…De la mano de esa gentuza con Armani nos vino la LOGSE (el principio del fin) y ahora tenemos lo que tenemos. Que el Estado no se meta en la educación de mis hijos salvo que los descuide y los maltrate. Cada vez creo más en el «Home Schoooling», pero no por principios, ni porque me parezaca lo más acertado. Simplemente no me fío.
Un saludo,
Me encantaría estar a la altura de vuestras discusiones.
Yo sólo he leído el de MaríLuz Ferreiro. ¡Y me he sentido tan, tan, tan identificada!
Con un poco más de tiempo trataré de leer los otros.