La Voz de Galicia

Por estas fechas siempre hay quien insiste en el escándalo que supone parar todo un país durante un mes. Que no se preocupen. El país, desde luego, está más parado que antes. Según los datos que se publicaban ayer, somos ya los más parados de Europa. Pero me da que este agosto que iniciamos poco tendrá de aquellos agostos tranquilos, de playa, siesta y verbena, introducidos siempre por julios apacibles, de jornada intensiva y tardes desaceleradas. Precisamente porque julio no se ha comportado así, temo por agosto.
Si Martinsa-Fadesa ha esperado a mediados de julio para hacer oficial su caída, ¿qué decir de esas otras dos operaciones que aguardaron a los últimos días del supuestamente apacible mes? ¿Buscaban acaso ampararse en el tedio informativo de agosto para desaparecer, después, en el barullo de malas noticias que se espera para septiembre? Me refiero a dos operaciones económicas gigantescas, pero de muy distinta naturaleza: la compra de Fenosa por Gas Natural y la supuesta fusión en condiciones de supuesta igualdad entre British Airways e Iberia.
Desde el punto de vista de la comunicación, ambos movimientos han sido muy bien manejados por los protagonistas y todos, incluso los que menos se mencionan (ACS, para el caso de Fenosa; Caja Madrid, para el de Iberia) han salido muy bien en la foto o apenas han salido, que era lo que cada uno buscaba. Pero tanto la venta de Fenosa como la supuesta fusión de Iberia tienen muchos flecos inexplicados y, quizá, inexplicables. Y que hayan coincidido en el tiempo no es mera casualidad, sino probable fruto de un estudio estratégico coincidente: «Hagámoslo a finales de julio; en agosto nadie se ocupará de nosotros y en septiembre, con la que viene…»
Este agosto, me temo, no será como otros. Pero descansen lo que puedan y cojan fuerzas para septiembre. Las necesitarán.