Con cinco años cumplidos, el chaval aún no caminaba, así que la abuela decidió llevarlo al Santuario das Pías, que está a unas cuatro leguas de Mirás en línea recta. Supongo que el abuelo ensilló la yegua y fue con ellos, pero no sé. Eran dos horas y media de cabalgada. A ratos campo a traviesa, a ratos por corredoiras, a ratos por caminos reales, saliendo por A Ciadella para llegar a As Cruces, sorteando Sobrado, hasta alcanzar As Pías, en el límite de las provincias de Lugo y A Coruña, entre los montes Bocelo y Campelo, en plena ruta Jacobea.
Dejaron la yegua en una aldea cercana y fueron a ofrecer el niño no sé si a la Virgen das Pías, a Santa Colomba o al propio Espíritu Santo, pues se venera a los tres allí.
Ya en Mirás, el niño, mi padre, empezó por fin a andar. Desde entonces volvió todos los años a As Pías por Pentecostés. Primero con sus padres, sus hermanos y algunos de sus tíos. Más tarde, como podía. Últimamente, le llevo yo.
Ayer tocaba y regresé muy impresionado. Luego cuento por qué.
Eso, cuenta, cuenta…
Tenemos que repetirlo a caballo.
Siempre que puedo, me apunto a una romería guiando un tronco de machos lusitanos enteros. De rutilante piel negro azabache, resalta en ambos un lucero blanco en la frente y sobre el negro de mis “pretos” resaltan los borlajes “sangre de toro” de la guarnición calesera. Al ritmo de su trote, retumban los cascos sobre la tierra como timbales. Los cascabeles de latón dorado tintinean al unísono sobre la grupa y los collarones. En esos momentos me gusta silbar. Ellos se han acostumbrado a mis trinos y elevan las orejas.
¡Tro tro Zezeré!. Grito cuando aquel quiere arrancar al galope que es el de más voluntad. Golegá que es el de mano, aguanta el trote y pone temple y más cabeza.
Los dos juntos parecen inmortales. Las venas hinchadas alimentando sus turgentes y recios músculos. Los cuellos relajados y recogidos como arcos,siempre presumidos y orgullosos. Yo silbando y ellos resoplando, contentos cruzamos los claros, y los umbrías fragas El carruaje es el cuerpo, el auriga es el Yo, las riendas los pensamientos y los caballos los sentimientos.
Puedo entender porque decía eso Platón. Cuando llegamos, esquivamos los puestos de cachivaches mientras las bandas y charangas animan los parroquianos. Los ofrecidos que he adelantado por el camino van llegando y afrontan su última etapa alrededor de la capilla de rodillas. En algunas como en Nosa señora de Villamayor todavía se llenan los ferrados de trigo y se tienden los pañuelos al sol después de lavarse en la fuente bendita. San Antonio de Padua se ha propagado en todas las capillas y en Agualada, se venera compartiendo misa feligreses y caballerías. Sobre las deslustradas campas del atrio, me engaño pensando que aquello todavía durará.
Después de la misa, Regateo con los chamarileros, como Pulpo, me asusto con los fogetes y se me van los pies con la música. Por la tarde de vuelta a casa los cascabeles suenan mas apagados y los borlajes han perdido su brillo. Golegá y Zezeré protestan cabeceando, parecen haber menguado y yo ya no silbo como antes…
Pues eso, cuenta, cuenta.. por ahora hemos disfrutado de esta estructura de va y ven en el relato… Qué pasó?
De vaivén… de ir y venir, quiero decir..
eso no se hace… no no no… luego te cuento por qué no se hace…
bicos,
Aldabra
Lo siento, pensaba que conseguiría un rato antes de comer, pero no. A ver si hoy. Buenísima venganza, Aldabra! Y por supuesto,Prometeo, acepto lo de ir a caballo el año próximo.
He de decir que me asombra la capacidad para idealizar la realidad que tienen los participantes en este blog.
Mikel
Supongo que lo dirás por mi Mikel. Efectivamente yo aquí solo soy un descamisado espontaneo que salta a este ruedo. Nunca he dado un pase en la plaza, pero en el campo he tentado muchos toros sin afeitar te lo prometo. Nunca publicare nada, soy solo un buen proveedor de anécdotas. Eso sí, anécdotas reales, Golegá y Zezeré existen. Yo no tengo coche, pero guio coches de caballos y veleros
Me imagino que aquí todos somos descamisados espontáneos, si a escribir te refieres, pero siempre ha habido espontáneos que llegaron a toreros.
Mikel
En mi fe de bautizo está el nombre de Colomba, pero al verme taaan chiquita comenzaron a decirme Paloma.
Hasta hoy sé que hay una Santa Colomba, algún día iré de Romería, algún día…
Cuenta Paco, cuenta.
Paloma, perdona, no he podido decirte nada hasta ahora. Tu comentario me recordó el cumpleaños de la otra Paloma. Menos mal que no os llamaron Columba, la verdad. Aquí hay varios pueblos con ese nombre, al menos en Cataluña y en Galicia, pero no recuerdo que ninguna mujer lo use, salvo en una novela y en diminutivo. Saludos desde este lado.