La Voz de Galicia

Con cinco años cumplidos, el chaval aún no caminaba, así que la abuela decidió llevarlo al Santuario das Pías, que está a unas cuatro leguas de Mirás en línea recta. Supongo que el abuelo ensilló la yegua y fue con ellos, pero no sé. Eran dos horas y media de cabalgada. A ratos campo a traviesa, a ratos por corredoiras, a ratos por caminos reales, saliendo por A Ciadella para llegar a As Cruces, sorteando Sobrado, hasta alcanzar As Pías, en el límite de las provincias de Lugo y A Coruña, entre los montes Bocelo y Campelo, en plena ruta Jacobea.
Dejaron la yegua en una aldea cercana y fueron a ofrecer el niño no sé si a la Virgen das Pías, a Santa Colomba o al propio Espíritu Santo, pues se venera a los tres allí.
Ya en Mirás, el niño, mi padre, empezó por fin a andar. Desde entonces volvió todos los años a As Pías por Pentecostés. Primero con sus padres, sus hermanos y algunos de sus tíos. Más tarde, como podía. Últimamente, le llevo yo.
Ayer tocaba y regresé muy impresionado. Luego cuento por qué.