La Voz de Galicia
Hablando de riqueza, pobreza, exclusión y con quienes no quieren quedarse al borde del camino
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Si por algo creo que se distingue Sergio Fernandez Alonso, a quien con alegría le cedo este espacio, y la ONGD a la que pertenece, Enxeñería Sen Fronteiras Galicia (ESF), además de por la calidad y autocrítica constante en su trabajo, es la sensatez.

A pesar de las críticas, una de las acciones de las que más orgulloso me siento de mi etapa como responsable técnico de la cooperación al desarrollo en el gobierno gallego fue defender a ultranza el principio de «concurrencia competitiva». Que se financiaran proyectos por su calidad técnica y no por la vanidad o la potencia para el chillido de algunos dirigentes de las organizaciones solicitantes. La calidad de los proyectos presentados por ESF en cuya elaboración participaba Sergio era incuestionable, y cuando hubo diferencias de criterio, la actitud sosegada y sensata de autocrítica, racionalidad y deseo de aprendizaje  mútuo fueron una lección de incidencia política. Evidentemente tras mi salida de la Xunta me hice socio de ESF. La organización y las personas como Sergio valen la pena.

LAS ONGD: PEPITO GRILLO CONTRA SOCRATES

Hace ya algún tiempo, llamaron a Enxeñería Sen Fronteiras Galicia, de la oficina de acción social de un municipio para actualizar los datos de su registro de organizaciones de voluntariado. Una de las sus preguntas me dio que pensar

¿Y ustedes, qué servicios dan?

La pregunta del millón. Ahí me di cuenta de lo complicado que es explicar los servicios que da a la sociedad una asociación que trabaja en cooperación al desarrollo (comúnmente llamadas ONGD) basada en el voluntariado.

En realidad, las ONGD no existen. Son entidades sin ánimo de lucro con objetivos o misiones muy variadas (aunque suelen llevar la palabra “desarrollo” en algún lugar) que toman una figura jurídica, siendo en general asociaciones o fundaciones. Este año, con la aparición del movimiento 15M, ha sido más patente un debate que ya venía de años anteriores. Este debate, relacionado con el servicio a la sociedad, es cuánto de cerca están estas ONGD de la sociedad civil que les da legitimidad y también de los movimientos sociales que surgen de forma mucho más espontánea antes situaciones concretas.

La pregunta ha obligado además a muchas ONGD a replantearse cuál es su papel. Para encontrar esta diferencia entre movimientos sociales y ONGD me llamó la atención la definición de la Wikipedia (aunque haya quién no la considere una fuente muy confiable). ¿Por qué en movimientos sociales menciona «cambio social» y en ONGD no?

Van entonces surgiendo más preguntas sobre las ONGD:

¿Son solo un espacio que deja el sistema para que los rebeldes tengan donde moverse, pero sin buscar un cambio real?

¿Están muchas demasiado burocratizadas, enfocadas a la gestión o a la simple ejecución de proyectos?

¿El hecho de estar más institucionalizadas y ceñidas a leyes constriñe posibles acciones como la desobediencia civil u otras que puedan ayudar al cambio social?

Este debate tuvo un punto álgido hace unos seis meses, con preguntas como ¿dónde están las ONG en el 15M?, y todavía continúa en el sector (un poco oscurecido por la preocupación ante los recortes en la Ayuda al Desarrollo). Aun así, el hecho de que muchas ONGD contaran con muchos de sus miembros participando en movimientos como el 15M (y otros), indica en mi opinión que sí pueden ser un espacio de generación de pensamiento crítico y de ciudadanos comprometidos.

Otra cosa muy distinta es que estas organizaciones más formales puedan a nivel institucional responder con celeridad a las demandas de movilización porque, en muchas ocasiones, sus objetivos son distintos (a menudo más integrales o a largo plazo) de los que persigue el movimiento concreto de que se trate. Es cierto que la frontera entre este tipo de movimientos sociales y las organizaciones formales debería ser quizás mucho más porosa, pero esa porosidad ya existe.

Lo que ocurre es que cuando el objetivo de transformación es a medio o largo plazo lo habitual es tender a la “formalización” del movimiento. De hecho, creo que lo ideal es que convivan ambos modelos y se retroalimenten. Para la transformación social es necesaria la diversidad de organizaciones y movimientos (a manejos complejos diseños complejos, dice la nobel E. Ostrom, ella aplicándolo a la gestión de recursos naturales, aquí aplicado a la gestión del cambio social), tratando de no simplificar demasiado.

Volvemos entonces a la pregunta del millón. Y no hay una respuesta única precisamente por la gran variedad de ONGD que hay.

Creo que las ONGD con vocación de transformación social (con las que más me identifico) deberían ofrecer como servicio la promoción de un pensamiento crítico transformador. No tanto decir lo que hay que hacer (como Pepito Grillo, una conciencia chillona) sino quizás mejor dar elementos para facilitar la crítica y la visión de la realidad, el que las personas piensen y lleguen a sus conclusiones, contando con información lo más ecuánime y cercana a la realidad posible.

Se trata entonces de un modelo más socrático. Las ONGD pueden hacer esta labor por estar en contacto con otras instituciones a nivel internacional o incluso viviendo en sus propios proyectos día a día las incoherencias del sistema, generando conocimiento de por qué están ocurriendo y haciéndolo llegar a la opinión pública por canales tradicionales (bastante complicado) o convirtiéndose en si mismas en canales.

El que las personas tengan que elegir como ciudadanos entre la pastilla roja y la pastilla azul (la de vivir feliz en la ignorancia o ser conscientes de lo que pasa) es algo deseable de por sí desde un punto de vista de la Educación para la Ciudadanía Cosmopolita.

Para lograr que la sociedad sea incompetente consciente primero tienen que serlo las personas que la forman, después toca actuar para mejorarla. La elección es de las personas, pero si se desarrollan en la sociedad valores como justicia, equidad social, solidaridad o cooperación, este deseo de querer cambiar surgiría de las propias personas, lo que se llama empoderamiento (eso lo ha hecho muy bien el modelo hiperconsumista imperante con su lema de que solo se vende lo que las personas demandan…).

De hecho, otro servicio de las ONGD con vocación de transformación sería el de presión para que se incluyan estos valores deseables de la ciudadanía cosmopolita en los distintos ámbitos de la sociedad y la denuncia cuando no se estén incluyendo (ahí sí se entraría en la versión más Pepito Grillo, pero centrada en las instituciones con capacidad de decisión).

http://www.youtube.com/watch?v=-2tz5lEIbfk